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julio 18, 2008

El camino de regreso (I)


¿Qué esperas encontrar en el camino de regreso? ¿Quienes quieres que estén al toque de la puerta? ¿Quienes imaginas en la estación del tren o a la salida del avión cuando llevas las manos cargadas? ¿A quienes esperas ansiosamente ver por la ventana que da a la entrada de tu vieja casa? ¿Qué consuelo necesitas? ¿Por qué llamas? ¿Quieres que sigan tus amigos siendo los del barrio marcado por unos kilómetros de vida y toda la malla tejida de dos? ¿Qué esperas observar en la mirada de quienes vos reconocés? ¿Qué esperas al llegar y al partir, al salir y querer retornar? Dime.

En los días que han pasado, las semanas, los meses y años, la araña atrapó no solo insectos, sino también polvo, agua, alguna hoja y cuanto se pudo sostener en la red. Aunque no lo notes, otras arañas que le precedieron tejieron nuevamente el espacio removido mil veces por la escoba limpiadora; es correcto lo que ves, parece la misma araña, pero no es ya la misma.

La escalera está más vieja (tanto como vos y yo), quizá y con suerte, las polillas no le habrán devorado mucho más. Los cuervos, zanates y chotacabras podrán haber volado en parvada hacia el sur (para no volver al menos en un tiempo). El pito del tren confirmará que aún no ha dejado de funcionar, pero el pesado andar igualmente recordará que no es la maquinaria ágil que fue concebida hace cientos de vidas atrás, cuando fue abordado por primera vez.

Probablemente el remolino de sonidos de la ciudad, el olor especial de algún basurero sin recoger, el gesto de saludo, la copa media llena están como los dejaste: intactos. Encontrarás abrazos extendidos, todo sabrá a hogar, a conocido, a pesar de que la intensidad de la luz cueste, porque debes acostumbrarte nuevamente a ella. A veces hay trillos que aunque se dejen de caminar, no por eso dejan de estar mullidos y marcados por el paso.

Aseguro sin ser practicante de las magias y los ocultismos que encontrarás un poco de todo: una mezcla de candor, de novedad, de cambio, de extrañeza e inclusive de no pertenencia. La vida no cambia en estos sentimientos que planta a cada persona a través del tiempo, por eso no en vano el sol quema la piel y hace que los objetos pierdan color.

El sentimiento estará dividido, una lucha campal se librará entre un pie derecho y uno izquierdo, entre el presente y el recuerdo, entre las navidades presentes y fantasmas futuros, entre vos y yo. Lo cierto, como diría Neruda nosotros los de antes ya no somos los mismos. No esperemos entonces que sea el mismo abrazo, el mismo beso, si ya siquiera soy la misma persona, ni vos.

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