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septiembre 26, 2008

Un día, no cualquiera

“no se como comerlo o comprenderlo, no hoy,
no aún, es decir las cosas
lo de pensar,
lo de contar secretos,
lo de ser cómplices
y no lo preguntas, solo dices sí,
como cuando te dicen, oye hay un risco, es un brinco, es alto, usas un paracaídas, todo estará bien, hay rocas abajo, una inmensidad y no te preguntan si saltas, solo saltaste como con una extraña confianza que entre la ansiedad, el temor, el bombeo de los órganos, sea lo que sea, los segundos que tardes, los minutos que lleve, valdrá la pena.”

Suena un poco suicida verdad. Me pregunto ¿quién no ha sido suicida así alguna vez? Hasta las personas cuya naturaleza es diferente, no diría que menos arriesgada o de pasos más planificados, pero si más pausadas.

En fin quizá me refiero al momento cuando vas aumentando la velocidad del automóvil sabiendo que si sigues así “algo sucederá”. Podría ser cuando sales a trotar hasta que el cuerpo tiemble porque no se puede dar más, pero “necesitas” hacerlo para recuperar luego la fuerza. El choque de cuerpos en violencia en un partido de rugby. La decisión de que nazca o no una criatura. No lo se si será al llorar hasta al extremo del vómito o de la tristeza profunda, gris, arrugada, plomiza y severa. Sería en algunas ocasiones la acción kamikaze al tomar una sola decisión, la firma de un solo documento de cese o el compromiso aún sin saber de qué trata la vida.

Lo cierto, o al menos yo lo siento así, es que hay que estar muy vivo para poder llegar al punto de ese riesgo que llamé suicida. No es el calor del momento que te hace de manera pasional mandar todo al carajo, no es la pasión de la venas que quema todo al paso. No es el abandono de la situación, o la prepotencia. No es acerca de nada de lo mencionado.

Hablo de la elección y el sentimiento que le acompañ, llevándote a ser más fuerte, más decidido, más intenso, más humano, más sincero, más egoísta, deconstructor acelerado, y constructor novato con visos de arquitecto. Es la fuerza vital que puede venir en arrebato, en cuentas o como corolario, son los pulmones abiertos sin mesura, el corazón bombeando a su intensidad, las manos fuertes, la vista certera, el oído agudo, la piel vibrante, es acerca de estar vivo.

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