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diciembre 23, 2008

Diciembre

Diciembre con árboles de lazos rojos antes era sinónimo de "navidades" (antes, eso significa cuando yo era pequeña), ahora inicia desde octubre (sinónimo de inicio de navidades comerciales).

Estas fechas son paso de tiempos, anuncio de algunas costumbres que gotean exíguas por lo cual parecieran más preciadas, tal como los tamales de cerdo y su versión pollo o las misas de Gallo -a las cuales nunca he ido- y posadas modernas con olor a antiguas. Algunas cenas y almuerzos navideños, rompope y salidas, revisiones de calendarios, dar gracias, llamaditas de última hora, volver a los conocidos abandonados. Descanso forzado en mi actual trabajo, lo agradezco también.

A mis sobrinos pequeños les gusta aún y de sobremanera el "arbolito" prendido de luces, adornos de colores y con suerte dulces. A mi me gusta el olor del ciprés vivo, fresco, verde dentro de la casa.

No hay nieve, ni abrigos -como el blanco navideño esparcido por la televisión-. Vivo en el trópico maleado -es que ahora llueve en todo momento y antes el trópico significaba estación seca y estación lluviosa, sol intenso, agua inundadora, en fin-. El diciembre "tradicional" es de días soleados -anuncio de los meses siguientes-, el viento es intenso y las noches son frías como hielo por dentro -dirían los viejos míos-, con tardes de celajes en colores naranja, fresa, pastel paleta.

Es así como con un poco fortuna o sin ella, la mayoría de los habitantes de la ciudad se van de vacaciones a la playa. Entonces la playa se llena de habitantes y terminas con "suerte" topándote a más gente conocida "en la lejanía vacional" que en el día a día citadino. Bueno, este país es de 51.000 metros cuadrados y casi 4.5 millones de habitantes, es pequeño y bastante mal distribuido, así que los sitios lejanos se vuelven multitudinales con solo estornudar.

Vivo en el occidente, me rijo por el calendario gregoriano, así que estos tiempos indican cierre y principio de año. Regalos a la medianoche del 24 amaneciendo 25 de diciembre, día de reyes del 6 amaneciendo el 7 de enero.

No puedo, ni voy a quitarle esa nostalgia continua, ese particular color que invade, es un tiempo particular, mi ciudad -la capital- se llena con luces de colores, es quizá para mi la única época del año en que la encuentro menos oscura, menos lavada, menos deslucida, raída y desteñida, más viva, con hormigas moviéndose de un sitio a otro y ya con eso me basta.

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