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febrero 20, 2009

Ayer

Ayer tenía una ganas tremendas de subirme al edificio más alto de la ciudad donde vivo, o bien, que el edificio donde trabajo tuviera una terraza accesible a las personas.

Ciertamente ayer tenía ganas de sentarme al borde; a pesar del vértigo, que mis piernas estuvieran colgadas y que el viento me diera en la cara.

No tenía ayer especial interés por un clima frío o alguna lluvia, al contrario necesitaba cálido sol y quizá dormir un poco en ese estado.

Podría decir que también requería darme un poco de autocompasión, palmearme la espalda, cagarme del miedo y decirme que todo estaría bien, aunque aún no estuviera nada mal.

En resumen, ayer podría haberme tenido un poco más de paciencia, quizá derramar menos lágrimas, saberme humana y no tan defectuosa. Ayer fue un largo día y yo era un rompecabezas con anuncio de desastre.

Hoy las cosas son un tanto diferentes, a pesar de que sigo en ayer.

1 comentario:

Anónimo dijo...

'Cuando pongamos los ojos en el cielo estrellado, con un furioso anhelo de llegar allí, aunque sea para encontrar lo que no es para nosotros, aunque tengamos que resignarnos a la humilde certeza de que, en muchos casos, una vida no bastará para hacer ese viaje -cuando pongamos los ojos en el cielo, repito, no olvidemos que los pies se asientan en la tierra y que sobre la tierra el destino del hombre tiene que cumplirse. Por una simple cuestión de humanidad.'

José Saramago,
De este mundo y del otro (1971)