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agosto 17, 2009

Historias: Virginia Grütter

Hay países que producen literatos como si fueran gotas de agua, muchas y multiplicadas, algo diferentes unas de otras, pero al fin aguas.

Hay lugares que con la historia, más de sangre y brecha profunda produce literatos que usan las letras para marcar el camino, como los dientes en la tierra. Sí de todo hay y somos testigos, unos países son más prolijos que otros.

Hipótesis muchas que si dolor, necesidad, suerte o entendimiento. Yo sé poco de estas. La sensación que tengo es que conocemos más de lo universal que de aquellos de la "vuelta de la esquina". Sí, sí, ya sé que es por el tema de casa editorial, dinero, mercadeo y demás. Pero ojo, ahora tenemos menos pretextos para adentrarnos en las "tripas" de los otros y quizá entender (nos) un poquito mejor.

Virginia Grütter murió en el 2000, llegó a la edad de 70 años, hizo teatro, poesía, critica y sobrevivió a cierto tipo de muertes, las que la dejan a uno viva, pero con cierta parte muerta y aún un olor de fresca. A continuación algo parecido a eso que llaman sentimiento de culpabilidad que nos fabricamos o algunas veces heredamos, sobre esos temas de creencias y demás:

La confesión
"Qué de flores marchitas, qué de rodillas,
Qué de horas arenosas y amarillas,
De candelabros,
Yo hincada siempre hincada y suplicando.
Golpeando no sé dónde por mis entrañas
Desesperada
Por encontrar pecados
Dentro del alma.
Era como meterse la mano por la boca
Para sacar un mono o una sompopa.
Algo muy feo
Para poder mostrárselo al cura añejo
Que me esperaba austero tras la cortina
De aquel confesionario de negra harina.
Los panes rotos
De mis sueños sencillos, hasta aquel foso
Yo le llevaba
Como prendas de buena enreligionada
Y así aprendía
A odiar mis vanidades con mis sortijas
Y a buscar males
Donde sólo habría habido noches serenas
Pero me hincaba
Muy dentro de mí misma y le espetaba
Todo lo que podía ir recogiendo
En mis horas de santo recogimiento
De cas y ortigas
De sierpes venenosas y lagartijas
Lo que juntaba
En horas de ejercicio desmelenada
Y así aprendía
A creerme lo de afuera y lo de arriba
Que yo inventaba
A base de mi histeria dosificada.
Vírgenes dolorosas en sus sitiales
Caras almidonadas tras los vitrales
Mirando al cielo
Enseñando el camino de aquel consuelo
Me contorneaban
Y yo buscaba el suelo con la mirada
Toda cohibida
De no ser aceptable para esa vida
Cual fruta fresca
Que quiere sacar savia de rama seca.
Aprendí a mentir males para los otros
Yo soy vieja maestra en esos modos
Y ahora estoy aprendiendo en esta vida
A no mentirme males para mí misma."

1 comentario:

Marcelo dijo...

La poesía es hermosa. Y además, rima. En estos tiempos tan contemporáneos (gracias Fontanarrosa!) la rima está mal vista.
Un saludo