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agosto 03, 2009

Sobre higuerones, guarumos y otras especies

Asumo que la especial relación que se construye con la naturaleza, no le sale a uno solamente de ese proceso de sensibilización hacia el ambiente como por ósmosis -como algunas campañas pretenden-. Pienso que sí se construye al "chocar y notar" lo que la vida significa. La capacidad de creación, de crecimiento que la naturaleza supone. La fuerza de abrirse paso no importa el lugar. La diferencia que pinta entre el inicio de la mañana y el atardecer que cierra.

Pareciera un llamado silencioso que es escuchado por esas fuerzas, llámese plantas, insectos, aves, semillas para retornar a sitios -los menos pensables- trepando por las paredes, haciendo nidos en las esquinas de los edificios e inclusive adaptándose a los nuevos requerimientos –semáforos, automóviles, ventas ambulantes, cloacas destapadas, extintas áreas de apareo, nueva depredaciones…

En las esquinas de esta ciudad gris, a mi juicio y contrario a lo que digan, dejaron pequeños reductos de belleza entre la combinación de viejos edificios aún no demolidos –quizá por una mano divina, pues aquí todo lo tiran abajo- y los árboles.

Esas combinaciones son para mí, como los estandartes de lucha, izados, bien alto, levantados, hasta el día del “ya no más”. Ver árboles crecer en los sitios menos pensables en el “pasado”, es una de mis actividades favoritas, además de ver a la gente caminar. Hace algunos días aprendí que el "guarumo" en una especie que le abre paso a otros árboles -cómo el que cuida el terreno para que otros crezcan-. Quizá por eso los busco con ojos agudos, pensando que saben que yo les veo y ellos a mí, pretendiendo que hay más allá afuera y que por eso no claudican en el lugar donde decidieron plantarse…

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