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octubre 18, 2009

A la caza de Moby Dick (cada cola es absolutamente distinta, una huella digital)

Así me sentía este fin de semana, pero sobretodo hoy que durante 4 horas estuvimos un grupo de 12 personas en altamar avistando Yubartas o Ballenas Jorobadas.

La estación cerraba oficialmente pues estos cetáceos van de regreso hacia el sur y en compañía de sus crías, las que vinieron a dar a luz en las costas pacíficas de algún país de Centroamérica, que tiene como característica que conjunta tanto las jorobadas del norte como del sur, de las cuales quedan en el mundo 7.000 y 10.000 respectivamente.

Octubre de migración lleva el sello de poca probabilidad, de corta esperanza de avistamiento ya que los ballenatos tienen el peso o grasa suficiente para soportar el agua fría y han aprendido lo básico: "inmersiones".

No crucé los dedos ante lo anterior, pero todo pintaba gris y peor cuando se abrieron paso las lluvias desde pasadas las 6 de la mañana y por más de tres horas. Caminamos hacia la playa de donde saldríamos, tristemente una tortuga lora estaba solitaria, muerta, encallada y con su bolsa de huevos vaciada. No se podía hacer "snorkeling" pues el agua estaba turbia igual, ¿qué más podría no pedir?

Pensaba despedirme de todo el plan de ese día, prometiéndome que regresaría en diciembre para el tiempo de las falsas orcas, sobretodo después de varias horas en alta mar, pero sucedió lo bello de la historia, una madre con su cría estaban nadando hacia el sur.

Hacían ambos inmersiones de pocos minutos precedidas de pequeñas encorvaciones de la cría "avisando" esa toma de oxígeno; siguió la historia pues nos fuimos cerca de la roca ballena y allí nadando y saltando, marcano el paso de su subgrupo (es decir de la madre y la cría) había un macho, maravilloso que no escatimó nadar velozmente y hacer todo tipo de acciones, hasta que llegó ese "salto" esperado, el cual lo hace a uno sentirse "mínimo de lo pequeño", esa forma de despedirse e irse a la profundidad.

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