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diciembre 22, 2009

La fragilidad

Para alguien que no lleva tan bien como quisiera la muerte, colecciono esqueletos.

En la playa, mientras mi hermana recoge los negros y morados para devolverlos al mar, de vez en cuando asistiéndola, recolecto los blancos depósitos calcáreos limpios por el agua y el sol.

Los cuerpos de los erizos de mar me gustan.

Tienen una fuerza hipnótica, se apoderan de mi,  me empujan  a buscar cuanto depositario tengo a mi alcance para llevarlos conmigo.

Son bellos, frágiles seres de un ecosistema, mudos que mueven sus espinas amenazantes, las que se caen sin más al morir, secándose y dejando a su paso el recipiente contenedor.

Finalmente, si decido llevarme alguno a casa, se convierten en ese recuerdo de una vida, de la lejanìa, la distancia y lo inevitable.

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