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julio 30, 2012

Malinche de Edward Rosset


"La soledad, el sentimiento y conocimiento de que uno está solo, excluido del mundo, no es una característica exclusivamente mexicana. Todos los hombres, en algún momento de sus vidas, se sienten solos. Y lo están. Vivir es separarse de lo que fuimos para acercarnos a lo que seremos en el futuro. La soledad es el hecho más profundo de la condición humana." - En 'El Laberinto de la Soledad'.


Una de las bases de mi formación ha sido la historia. En la adolescencia, un profesor me enseñó esta a través de la mitología, impulsándome a conocer un poco más de todo hasta quedar atrapada. Historia antigua es una de mis favoritas y allí los pueblos del mar. De la edad media, aunque suene morboso, la Santa Inquisición, además de vida cotidiana y redes sociales, que es algo a lo cual se ha dado valor de manera reciente. La introducción quizá es para excusar mi crítica.

En mi año de lectura de "grandes libros" por tamaño, recién finalizo Malinche. Este fue un regalo de cumpleaños (de años pasados) dado con mucho amor. Al principio yo pensé que me topaba con el libro de Laura Esquivel, más este es de un autor español llamado Edward Rosset (padre inglés de allí el apellido.)

Aquí viene el pero: lamento decir que tenía tanto tiempo de no leer algo cuyas páginas me dejaran la sensación de pudo ser. Quizá porque estoy marcada por libros de historia del calibre de la Conquista de México de Hugh Thomas, o Salvador de Madriaga. Lo relacionado con lo cultural y demográfico en libros como el Costo de la Conquista de Linda Newson, o las Crónicas de las indias. Bien por novelas como Tenochtitlán de José León Sánchez o por la forma en que escribe Latinoamérica sobre el asunto. 

Menciona los acontecimiento claves: desde el embarque de Hernán Cortés desde España y luego desde el Caribe hacia su destino, el cual lo convertiría en el más grande conquistador de todos; hasta la forma de ver el mundo por Bartolomé de las Casas; pasando por Malinche, la mujer que fue esclava, intérprete, secretaria, prostituta, amante y madre del primer mexicano. Por momentos usa un lenguaje tipo Jane Austin y otros tan europeizado (sí ya sé que es una novela ambientada en "ese" momento) que si bien podría tener "buenos monólogos internos", a mi juicio tiene esa carga de "moderna" con estereotipos "postmodernos" arrastrados.

Sin embargo y como no estoy hablando de manera positiva de algo y reconozco que hay otras visiones, quizá algunos de ustedes sean lectores de este señor, les anoto después de tanto buscar, un enlace con una crítica "que te cagas" por poco y lo llama libro de culto.http://www.hislibris.com/malinche-edward-rosset/ . Quizá sea cierto, mas en mi biblioteca de hoy, no. ¿Puede ser mañana? 

Lo cierto es que, quizá todos en algún momento hemos hecho o hemos pensado como Cortés: quemar las naves como una medida desesperada para no regresar atrás.

A propósito de todo y saltando de tema e inspirada por lo anotado aquí, les invito a leer a Octavio Paz con un análisis fantástico y atemporal de 1950 llamado "El Laberinto de la Soledad", en donde expone como la sociedad mexicana tiene una visión trágica que ha mantenido a través de las generaciones, viniendo de ese inconsciente colectivo de la malinche y la violación: sus hijos (los mexicanos). Quienes hayan vivido en México, quienes son mexicanos o quienes quieren adentrarse un poco en este tema, deben darle su debida lectura. Allí aparece un capítulo llamado "Los hijos de la Malinche."

Na, gracias por el libro, sabes lo que significa...

julio 20, 2012

She wonders if there are more people like her


"Viola tries to grow up... she feels like a giant, a tiny giant"
Direction of Shih-Ting Hung 
I wonder where you are.
I wonder where I am.

I wonder where we will be.
I wonder if we will stop by
the old garden and, the new park/
the old memories and, the clock without time.

I wonder if someday you will come back.
I wonder if we will come with a handshake and a smile.

I wonder if we will stop by
the old fountain and, the new trail/
the unborn future and the death past

I wonder if we will use words or swords
or it will just be none


julio 10, 2012

Borradores de cuentos inconclusos: el viejo ¿y el mar?

"La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla."
Gabriel Garcia Marquez

" (...)los amputados sienten dolores, calambres, cosquillas, en la pierna que ya no tienen. Así se sentía ella sin él, sintiéndolo estar donde ya no estaba". 

Amor en tiempos de cólera
- I -
Cada año en el día 10 del mes 9, en la esquina 7 el viejo se asomaba a ver si le volvían a citar en los libros frescos de las otras vírgenes, o si estas se paseaban al menos por su ventana azul como el recuerdo en que se habían convertido.



Contradictoria era la situación, pues al principio de su historia no quería que así fuera, solía decir que se le "estremecía el corazón" con esas hazañas idas. Sin embargo y más allá del tiempo le gustó semejante honor de ser citado, recordado por unos, amado (quizá) y odiado (tal vez) por otros. Aunque no era tan destacado como para generar semejantes pasiones, se guardaba en silencio esos sentimientos y muy de vez en cuando le contaba a sus congéneres de semejante situación; eso sí cambiando nombres, ciudades y años, por si acaso los hechos se unieran alguna vez. Además, él era muy respetuoso.

- II -
Cada año el día 10 del mes 9 en la esquina 7 donde tenía una estancia, el viejo servía la mesa e invitaba a la antigua familia ya crecida. Como siempre ofrecía cerveza, vino, pisto, pan, ensalada, carne y pasta horneada. No en vano cocinaba todo el día.
Extraña era la situación, pues se sentaban a la mesa a festejar algo que nadie más entendía, ni se explicaban el rito de la fecha. Quizá era por haber escrito su propio libro, aún sin publicar o por el resultado de sus acciones de una vieja compañía de transporte.

Siempre en retrospectiva se decía que aquello no era una novela de amor fallida como "La amaba" de Ana Gavalda, lo suyo fue más allá de un acto mediocre un buen tino cristiano de un ateo. Sin embargo y por otra parte, no sabía por qué, aún a estas alturas ya algo cansado, rasgando la olla de las ilusiones, seguía sintiendo esa hambre de alguien más, de allí sus exorcismos en la cocina.

- III -
Cada año en el día 10 del mes 9 como costumbre, el viejo renovaba "el culito" de vela de una de las criptas de su alma, rezaba 7 aves marías y  algún padre nuestro inconcluso, esperando una absolución, para "algo" de
 tiempo atrás que no recordaba la fecha de inicio del rito, ni el motivo o la razón de seguir haciéndolo. 

Los años no pasaron a la ligera aunque los días parecieron ir a la deriva. El peso de su cuerpo le presionaba el doble en este presente, lo notaba con la dificultad al caminar o sostener un cigarrillo entre los dedos sin que el pulso pareciera una aguja de medición. No leía velozmente y el intercambio de lentes entre cerca y lejos, lejos y cerca era un fastidio más grande que su poco cabello o su viejo oido. Realmente le disgustaban los inviernos así como los veranos y se estancaba en las primaveras y los otoños. Había cambiado sí e igual que todos, había envejecido con ese cúmulo de aciertos y errores un poco cursis, otro poco olvidados y tanta historia para no recordar. Demencia le llamaban (pero esa era de todas las edades).


- IV-
Cada año en el día 10 del mes 9 en el cafetín 7, aparcaba todo su ser en la mesa de la esquina, la que siempre tenía tres sillas, una para él, otra para ella y otra para la justa distancia.


No tenían temas de los cuales hablar, no más recuerdos acumulados, tampoco música, arte, o un platillo nuevo. Quizá lecturas cortas que sugerir, el recuento de las mañanas idas de colores naranja y rojo, las noches de lluvia tropical o estrellas encendidas y nubes disipadas.

El encuentro era meramente el chequeo médico de un doctor a su paciente y su paciente a su doctor. Uno preguntándose por qué seguía acudiendo a su consulta cuando el dictamen era el mismo, la enfermedad no había cambiado y no había receta nueva. El otro con el mismo orden de preguntas. La conclusión, a ambos les había gustado lo mismo, dígase los bizcochos, el café, la vista, el sexo, y como las palomas huían por la plaza cuando los niños corrían en medio de ellas durante las breves primaveras.

Epílogo: Descanso para el viejo y sus deudos

julio 07, 2012

El maravilloso mago de Oz

El maravilloso mago de Oz, fue el primer libro cuya historia y  personajes eran de sitios comunes estadounidenses en un país cuya literatura infantil solo tenía cuentos europeos...

Hoy es el día de "Dorothy",  quien se pondrá sus zapatillas, se irá con sus viejos y nuevos amigos de la tierra de Oz y celebrará lo que lleva dentro: que pronto por arte de magia, volverá a su hogar. Créanme para eso se necesita  cerebro, corazón y fortaleza. Para todos nosotros parte del capítulo 1. Léanlo.

"Cuando Dorothy salía a la puerta y miraba alrededor no veía otra cosa que la inmensa pradera gris. No había un solo árbol o casa que alterase la ancha llanura que se extendía hasta el borde del cielo en cualquier dirección. El sol había calcinado la tierra arada, que era ahora una masa gris surcada por pequeñas grietas. Ni siquiera la hierba era verde, pues el sol había quemado las puntas de las largas briznas hasta dejarlas del mismo color que todo lo demás. En otra época la casa había estado pintada, pero el sol y la lluvia se habían llevado esa pintura y ahora era tan deslucida y gris como el resto de la llanura.

Cuando tía Em fue a vivir a ese sitio era una mujer joven y bonita. A ella también la habían cambiado el viento y el sol. Le habían arrebatado el brillo de los ojos, que ahora eran de un gris apagado; le habían arrebatado el color de las mejillas y los labios, que también eran grises. Ahora era una mujer delgada que no sonreía nunca. Cuando Dorothy, que era huérfana, fue a vivir con ellos, tía Em se sobresaltaba tanto cada vez que llegaba a sus oídos la risa alegre de la niña que lanzaba un grito y se llevaba una mano al corazón; y todavía se maravillaba de que la niña encontrase cosas de que reírse.

Tío Henry no se reía nunca. Trabajaba duro de sol a sol y no conocía la alegría. Él también era gris, desde la larga barba hasta las toscas botas; tenía expresión severa y solemne y casi nunca hablaba.
Quien hacía reír a Dorothy y la salvaba de volverse tan gris como todos los que la rodeaban era Totó. Totó no era gris; era un perrito negro, de pelo largo y sedoso y pequeños ojos negros que centelleaban con alegría a ambos lados de la divertida y diminuta nariz. Totó jugaba todo el tiempo, y Dorothy jugaba con él y lo quería con pasión."