Un regalo recibido hoy. Soy profundamente ignorante y no conocía este de Sabines, no conozco tanto... en fin, no quiere decir que por lo triste, no sea bello, es bellísimo. Ahora tendré que pedir uno para el despertar.
"Soy mi cuerpo. Y mi cuerpo está triste, está cansado.
Me dispongo a dormir una semana, un mes; no me hablen.
Que cuando abra los ojos hayan crecido los niños y todas las cosas sonrían.
Quiero dejar de pisar con los pies desnudos el frío.
Échenme encima todo lo que tenga calor, las sábanas, las mantas, algunos papeles y recuerdos, y cierren todas las puertas para que no se vaya mi soledad.
Quiero dormir un mes, un año, dormirme. Y si hablo dormido no me hagan caso, si digo algún nombre, si me quejo. Quiero que hagan de cuenta que estoy enterrado, y que ustedes no pueden hacer nada hasta el día de la resurrección.
Por muy imposible que me parezca
hasta tu recuerdo
poco a poco
se está muriendo
dentro de nada
seremos vacíos
de espacio y tiempo
ecos de carne y hueso
que latieron felices
y que ahora olvidados
en los días muertos
se pudren en silencio.
Ecos de carne y hueso, Toro Salvaje
Hoy es una mezcla de todo. Quizá produzca la desapetencia de terminar de leer el post, quizá hubiese una sensación de no terminar de comprender lo que se lee, quizá se encuentre un idioma o una significancia que no se reconoce, quizá sea densidad en el contenido, quizá sea el vacío que contiene. quizás, quizás, quizás...
Abre la puerta y mira dentro.
Un alfiler bajo la cama.
Una capa polvorienta en la mesa de despacho.
Minucias y microbios, el miedo a no poder
prevenir lo inevitable. Será.
Lo que tenga que ser. El eratismo de lo oscuro,
la disolución del instante.
El ratón se arrastra fuera de su casa,
recuerda dónde comió por última vez una larva, Elegía, Mary Jo Bang (Bartebly, 2010)
Pon tu frente sobre mi frente y tu mano en mi mano
Y hazme lo juramentos que romperás mañana
y lloraremos hasta que amanezca,
mi pequeña fogosa,
Paul Verlaine
Fotografía del archivo personal
"A veces me creo y no. Otras tantas me perdono no llorar la realidad de lo obvio. Hace mucho que dejé de llorar la potestad inútil de la palabra y su pecado virginal.
¿Qué nos empuja a la clausura? ¿Qué nos imprime esa aura incandescente de viejos albores? Algo yace inmóvil. Algo que nos sujeta el ánimo hasta la parálisis mientras arañamos la lluvia que apenas nos satisface, mientras la necesidad juega a fulgir un verdor de trepadora en la memoria.Una memoria construida en la anticipación de una noche caníbal donde el sexo se sujetaba al amor en un abrazo endémico (...)
Alguna vez podría abandonar todo gesto hostil, todo símbolo que me preceda protegiéndome de malherirme. Podría y no. Podría ensayar gestos sustitutos que se inicien, que prosperen, que se filtren por complacencia. Podría y no (...) Quisiera suponer una gran rebelión de mi parte, un negarme nacido desde el pozo del alma y con el cuerpo asintiendo, tocarte. Tocarte de cerca, apenas cerca como una emboscada que intuyes y no eludes. Una artimaña de trama compleja, de peligrosa confianza.
Lo cierto es que no me caben los ojos en tanta ternura y en el nombre de tu nombre me hiere el costado una sangría de renuncias prodigiosas que no mareamos de goces absurdos.Cae un Dios que nos mira a los ojos del porvenir, marca de vapor casi fragmentada, la fruición de dos oscuridades escandalosas, agnosia y efeméride del día aquel en que se empezó a arder de cara, de pie..." Andrea Breq