Recibí un correo de un amigo querido, donde me hacía la narración del día, canción que le acompaña desde hace meses atrás, pero en este caso iba con frases más explícitas: frustración laboral. Hace una semana atrás una amiga me hablaba de que ella pensaba poner en su currículo que tenía experiencia de sobrevivencia en espacio hostil (esto podría sumarle puntos) de allí anudado a lo mío quizá, es que decidí escribir estas líneas.
Que vida esta en la cual espacios como el laboral suman de manera intensa el botín de la frustración de algunos, compitiendo y privando sobre otros recovecos de nuestro reino personal.
La combinación de la frustración, la forma en que se nos aparece, sea como un ogro de un solo ojo o una bruja con nariz puntiaguda es cambiante, pero si fuera eso solamente -ser ogro o tener nariz puntiaguda-, quizá sería más fácil para todos.
En mi caso cuando la frustración laboral se presenta, me pregunto si seré yo la del problema, es decir que la frustración nació conmigo sea por mi forma particular de pensar, de ver el mundo o de los valores que me componen.
Sin embargo hoy digo basta, por que quizá no sea yo y probablemente sea la dinámica de la institución, donde las relaciones que se plantean se han teñido de matices particulares llámense vicios, procesos quebrados, comunicaciones destejidas, redes con huecos, conceptos asumidos, carencias y así más –no digo que algo bueno tengo, solo nuevamente ¿qué es lo que priva?-.
En un mundo cambiante y dinámico, donde a las personas se nos exigen procesos de aprendizaje y adaptación en unos casos más vertiginosos que otros (depende del ámbito de trabajo, interés y necesidades nuestras), pareciera generalizado (se que hay excepciones) el hecho de que las grandes instituciones, organizaciones, burocracias caminen a un ritmo propio que quiebra con toda la “teoría de la competitividad” y reafirma la inercia de la globalización, pues esta se ha vestido con el sombrero de la real indiferencia y de la parsimonia sin consecuencias en ámbitos diversos (bueno consecuencias para algunos…)
Desde hace tiempo atrás los teóricos de los recursos humanos hablan de los efectos en las empresas de las nuevas generaciones, hijos de los "babyboomers" quienes no han vivido jamás pobreza o restricción, quienes toman decisiones respecto a su gasto (eligen aunque los recursos- principalmente el dinero no sea de ellos-) Quienes se mueven de un empleo a otro dependiendo de cuanto dinero ingresen, o de los estímulos que reciben.
He de decir que no soy hija de un babyboomer, no soy hija de hippies, ni yuppies, aunque generacionalmente me ubiquen en la escala postguerra mundial. No soy ni esto ni lo otro, sin embargo, igual de identificada me siento con los más jóvenes.
Es así como me pregunto por mis oportunidades de trabajo, no por las oportunidades de pensión, pero sí de servicios de salud, uso la tecnología a mi servicio, aprendo de lo que hay afuera, me gusta el mundo del “estímulo cambiante”, pero finalmente no me siento atada a ningún empleo.
No quiero decir que no me importe mi espacio de trabajo o que no lo cuide o aprecie (esta es mi línea de salvación), me refiero a que no es esencial para mi el puesto, el poder por el puesto y viceversa, o la cantidad de ceros del cheque mensual. Hace mucho tiempo atrás (al decir verdad casi desde siempre) dejé de ver los detalles mencionados como letra en sangre.
El generar mejores ambientes, espacios más amigables, espacios de oportunidad no consiste en más o mejores cargas sociales, consiste en relaciones, donde al menos se trazan reglas del juego (aunque todos sabemos que las reglas se interpretan por quien sea el árbitro en la contienda)
Estos fueguitos que todos somos (recordando a Galeano) conforman el trabajo y la dinámica entre ellos conforman la cultura organizacional, las reglas los banderines que guían el camino, los procedimientos la forma de ir por esos espacios, será que estoy hablando de un “juego” abierto, con valores diferentes de acercarnos, con ganas de tender tejidos y canales de comunicación, con deseos de poder hablar al menos la mayoría del tiempo, de asumir asuntos, posturas pero donde no tenga que haber muertos de batalla cada día. ¿Estaba hablando de guerra justa? Uy parece que me volví a equivocar con el enfoque de este blog…