Algunos días tengo tanta prisa
de morir, no por pedacitos, ni en mensajes,
mucho menos en obituarios, o sentencias,
solo en lágrimas/
correr como esos cauces que se forman
de gotas mínimas a partir de los deshielos
o de las consecutivas de las hojas después de una noche
helada y en exceso tranquila.
Verte respirar dificultosa,
observar como explotan esos pequeños geiser de calostro café,
esperar quedita sin decirnos nada
comer sin plato o cuchara/
sabernos inevitablemente
preguntar cuanto tiempo
tener solo inútiles nadas.
No me gusta morir de a poco,
prefiero inundarme de una sola,
que se rasgue todo,
esto de ser paciente,
de esperar
ya ha sido suficiente
y realmente no hay humanidad en alguna en verte así.