Para alguien que "mamó" de un currículo tropical, mis lecturas de hace décadas estuvieron plagadas de escritores españoles, casi podría hacer una lista, Garcilaso de la Vega, Santa Teresa de la Cruz, Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón de la Barca, Alarcón, Bécquer, Pérez Galdós, Ramón María del Valle Inclán, Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Ortega y Gasset, León Felipe, Alejando Casona, Pedro Salinas, García Lorca, Luis Cernuda, Francisco Ayala, Camilo José Cela, Torcuato Luca, Miguel Hernández, Buero Vallejo y que se yo. No se crea que esto fue por pura iniciativa, todo comenzó con los estantes amplios e interminables que mi tía tenía en su casa, de estos los libros autorizados, luego el hurto temporal de aquellos que se iban dentro de mi falda.
Me inicié leyendo cualquier libro por portada y que no muy extenso; también algo de poesía, pues mi madre tiene un libro de Campoamor que era de mi abuela y ella nos leía de allí, luego nos lo prestaba. Así se comenzó, no era fácil, a veces comprendía poco, por no decir que no comprendía, entre diccionario, enciclopedia y ciertas preguntas capciosas a mis hermanos comencé a leer.
Delibes me gusta, pues quizá sea parte de ese ambiente rural que no es ajeno a mi, pero distinto por su geografía, todo para decir que me identificaba... Murió como todos bien sabemos hace ya un par de meses atrás y había dejado este "post" en borrador, lo he desempolvado pues no quería no darle algún homenaje aunque pobre desde este blog, no por eso homenaje.
"Pero a Daniel, el Mochuelo, le bullían muchas dudas en la cabeza a este respecto. Él creía saber cuanto puede saber un hombre. Leía de corrido, escribía para entenderse y conocía y sabía aplicar las cuatro reglas. Bien mirado, pocas cosas más cabían en un cerebro normalmente desarrollado. No obstante, en la ciudad, los estudios de Bachillerato constaban, según decían, de siete años y, después los estudios superiores, en la Universidad, de otros tantos años, por lo menos. ¿Podría existir algo en el mundo cuyo conocimiento exigiera catorce años de esfuerzo, tres más de los que ahora contaba Daniel? Seguramente, en la ciudad se pierde mucho el tiempo -pensaba el Mochuelo- y, a fin de cuentas, habrá quién, al cabo de catorce años de estudio no acierte a distinguir un rendajo de un jilguero o una boñiga de un cagajón. La vida era así de rara, absurda y caprichosa." El Camino