"Un sociólogo norteamericano dijo hace más de treinta años que la propaganda era una formidable vendedora de sueños, pero resulta que yo no quiero que me vendan sueños ajenos, si no sencillamente que se cumplan los míos."
Mario Benedetti
El humo se me pega en el cabello, la piel y la ropa, llevo el sabor en la boca y la nariz. Me gusta porque se juega en los dedos de la mano, por esa cortina casi espesa, esa distancia, esa separación que se consume o se agranda y la sensación de que un halo de irrealidad está presente.
En algún espacio perdido de la conversación, la bebida, la comida, la noche un tanto lluviosa, el horario entrado, hablamos de sueños. No de planes de futuro, que eso es un pendiente, o los temas de decisión profesional, sino saltó ese mundo onírico que permite construir una realidad.
Toda la vida he soñado, cosas agradables y otras no tanto. Cuando sueño recuerdo con más intensidad algo, un gesto, un color, una situación, un sabor o todo junto. Algunas veces los sueños se repiten con precisión en detalles cual reloj. Otros que son pocos, se van ampliando en ellos mismos, como versiones de una tonada. Ha habido ocasiones en que lo "dormido" ha sido tan fuerte, que se cuela en mi realidad y la impregna, a veces la devora, la asusta o la crece o finalmente le deja un "deja vu".
Contaba pues la otra noche un sueño que tuve una sola vez, fue breve, fue relámpago con todos los colores, sin diálogo alguno, tres personas, una cama (aquí Freud comenzaría a interesarse), una espalda descubierta (la mía) y sin más detalles una vida cambiada. El sueño parte de la colección más reciente de historias, que hoy no le pongo el contenido pues es abrir mucho esta cebolla. Lo cierto es que me ha acompañado por el último año, cambió cierto aroma del espacio y empujó a otras miradas.
Podrían decir que es extraño tomar de un sueño, de una realidad no existente aunque haya en este personajes de los presentes, pasados y futuros. Será más raro que salte el miedo con esa boca oscura o que un sujeto "normal y corriente" cambie el rumbo por un halo de humo. Sin embargo es así, hay personas que compran números de la lotería por un sueño, otros buscan en medio de los vivos esa cara que no reconocieron y soñaron, otros se hincan y rezan motivados por esto, otros se sienten acompañados. ¿Cómo no escucharlos entonces?
Mi esposa desnuda
Eugenio Salvador Domingo Felipe Jacinto Dalí Dómenech