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El cielo nocturno se enrojece en medio del gris y te preguntas si son las luces de la ciudad que desde lo lejos se prenden a las nubes, o bien es ese ojo rojo de H. G. Wells, que se asomará en medio de un hoyo espacial abierto a lo lejos.
Lo cierto es que no hay respuesta, solo te sientes un poco menos honesto, quizá con su toque de cinismo. Deliras entre si sería necesario invertir más o menos tiempo, dar una moneda extra, no escatimar con la propina, patear menos al perro, no guardarte un solo beso para mañana, pulverizar la ira, ser más paciente, dejarte de boberías y permitirte llevar por cuanto sentimiento te revuelca.
Sin embargo, hay variaciones muchas de ese papel de ladrón, caco o villano; de todas la que más me asusta podría ser esa mezcla entre sonambulismo y cleptomanía, en la cual parece que no te enteras de lo que has hurtado de otros hasta que despiertas y aún así cada vez que "vas a dormir", se repite la historia, hasta el día cualquiera en que alguien te sorprende, te abre los ojos en medio del todo, te encuentras descubierto y quedas mudo.