Quizá motivada por la semana latinoamericana al no acoso callejero, dejo esto aquí. Algo del baúl, de esas partes de donde el polvo, el moho caen y cubren en una oscuridad casi total...
Ponerse de pie,
arreglarse la falda,
colocar la mesa en su lugar.
Todas son decisiones.
Recoger el hilo de persona,
martillar las piernas,
y coser la compostura.
¿Dónde cayó?
Cerrar la puerta del 4to piso
detrás: al hombre,
al amigo, al amigo del amigo,
al amigo del jefe, al jefe de los jefes,
el que tiene una niña en el colegio europeo,
al latino picante que vive en una vieja metrópoli,
al adicto a las pastillas,
siete pasos y medio y la oficina queda atrás.
El teléfono es inofensivo,
aún así, hay nombres que asustan,
lobos enfurecidos al otro lado de los muros,
respiración seca,
se necesitan testigos,
una es culpable de oficio...
Se toman muchas personas
y una sola (yo)
para llegar ahí,
nadie escucha a la nada,
es viernes,
no se sabe noticia.
Comencé a pensar que había soñado,
que todo era una pesadilla con tres moretones
y el cabello deshecho.