Creo que cada país tiene sus amaneceres y atardeceres como las personas sus luces y sus sombras. A a mi los atardeceres me gustan tanto y no tiene relación con que hubiese leído Le Petit Prince de Antoine de Saint-Exupery; más bien es por esa mezcla de robarle el último suspiro de alegría al sol y la melancolía por la llegada de la noche, o porque conozco mejor los atardeceres ya que no soy persona mañanera y, solo si voy en avión tengo la impresionante oportunidad de ver como se asoma el sol en el horizonte.
El país donde nací y crecí es tan pequeño que puede verse el amanecer en el Caribe y el atardecer en el Pacífico en un mismo día; o si tienes la suerte de llegar al punto exacto de la cordillera, puedes ver en un día despejado ambos mares. La introducción ha sido para decir que solía vivir en un valle central y que la fortuna siempre estuvo cuando la naturaleza sorteaba el cambio climático y sobretodo si era marzo, allí podías ver los atardeceres de fresa y naranja en el horizonte, lo que indica que el Pacífico estaba hermoso y, en un país cuyos edificios no son tan bellos o, a las calles aún les falta acomodo y la gente pasa ocupada en su mundo; la luz hace ver algo hermoso en todo y todos, inclusive en la tristeza.
Fotografía de Alex08 del espacio de atardeceres en la red |