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noviembre 30, 2008

Walter

En mi barrio al igual que en todos los vecindarios, hay un loco, una de esas personas que deambulan por las calles, confundiéndose con vagabundos o mendigos. Algunas veces anda descalzo otras tantas abrigado, con el cabello perfectamente recortado -los días de mejor estado- y prendidos los ojos de loco permanente.

Algo agresivo, esa es la afirmación de las casas que le conocen la locura. Sin embargo, no sé de nadie que haya sido golpeado o maltratado por él. Todo se resume a "palabritas-palabrotas", tirar cosas o pedir tabaco y, en sus épocas de "peores crisis", solo camina por días, a veces con un libro entre las manos, o guturando palabras cual rezo, recoge basura, o se sienta a la entrada de una casa del vecindario mirando hacia la calle, lo que nosotros no podemos ver.

No es la clase de persona que pierde tornillos, engranajes y resortes con los años; "siempre" ha llevado semejante envestidura, desde joven fue así, de hecho no conozco la historia, no la he preguntado. Tampoco le miro a los ojos, pues es una provocación, no le cruzo palabra, no asisto a ningún espacio que él vaya, no hemos comido juntos, pero me es tan familiar, casi diría que le tengo algún afecto, podría ser porque me significa parte de la vida que se ha construido en este sitio.

Ayer, estaba sentado en las gradas de una de las casas de la “cuesta”, pasaba yo por ahí cuando una mujer le gritó que se fuera a su casa, a lo que él contestó, sí ya sé pronto me iré.
Hoy llueve a cantaros, me pregunto dónde estará sentado.

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