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diciembre 26, 2008

De camino al mar

Necesito el sol para que dore los mandarinos de cáscara gruesa frente a mi ventana; para que los granos de café que se suponen deben estar listos entre noviembre y febrero, no lleguen a marzo y abril; para que reviente de rojo la sandía; para que salga de mis pulmones el polvo verdoso del moho; para que se descascaren las placas pesadas pegadas a mi espalda.

Necesito el sol como esa dosis que luego de los meses permite que ame con desesperación la lluvia; para que me cobije en medio del espacio abierto y solitario; para que caliente la arena por donde pisar es vida.

Necesito la luz y el calor como sustituto y complemento.

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