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junio 03, 2009

Un vistazo cualquiera

América Latina tiene un sabor y un olor de "no se qué". Pareciera la tierra donde todo es posible, como un cuento, una alicia en el país de las maravillas, a veces del sinsentido, la no razón y el corazón - sin ser melodiosamente cursi- Hay que vivir en este lado del globo terráqueo el tiempo suficiente -cualquiera que esto signifique- para poder tocar con la yema de los dedos la realidad, la disparidad, la distancia y la brecha entre pueblos, entre gentes de una misma zona política.

Esta tierra tiene algo, a veces la mezcla de la vejez con la vida, de esa que lleva raíces profundas o el olor del campo recién llovido. Se puede ir por la calle y sentir la rotunda bofetada de la pobreza que obliga a los niños guatemaltecos de casi dos años a empacar pólvora para las fiestas. O la fiesta de los domingos en los parques públicos bonarenses donde los pintores principiantes, joyeros de vidrio, cocineros tradicionales montan durante dos días cada finde, los puestillos ambulantes donde quisieras comprarlo todo.

Movimiento, cambio e inercia parecieran marcar. Todo crece, se podría tirar una semilla cualquiera y a fuerza de calor, lluvia, calor, viento, calor, lluvia y más lluvia crecerá en las dos primeras semanas.

Se acompaña esta tierra de esa corta memoria y largo olvido para tal cantidad de cosas que todo parece posible; pinta, canta, escribe y dibuja, reelige tiranos, da oportunidad a excarcelados, arrasa bosques, vende oxígeno, abre paso a charlatanes, toma caudillos personales, firma acuerdos innombrables, se aferra a preceptos, predica nuevas formas y se cree la mitad de estas. Vive, se apunta a sueños, es joven muy joven, fresca, prometedora, adicta y violenta. Es bella esta latina.

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