Pienso, que cuando uno decide entrar nuevamente al mundo sea “completamente” preparado o bajo la intemperie total, por más que pretenda no tiene idea plena de lo que habrá en el paso dos del segundo uno, aunque la experiencia desarrollada le permita olfatear y sospechar lo que podría haber en los alrededores del futuro cercano.
Los no retornos, no solo son para vos que has dejado el espacio de manera física por las circunstancias motivadoras fuese el nuevo empleo, terminar la relación, el regreso esperado a casa, la muerte, el nacimiento, lo inevitable, la beca estrenada. Los no retornos son también para aquellos que si bien no se marcharon con uno, igualmente han continuado camino, o son para los otros que en su memoria perdieron eso, la memoria y no saben como regresar. Lo cierto es que de alguna manera todos nos miramos con alguna nostalgia de lo que se deja, nostalgia de lo que se encuentra, nostalgia sin motivo aparente, nostalgia que la encontramos sentada en la calle esperando a un transeúnte, nostalgia de vestido rojo o de camisa negra, hay motivos suficientes para sentarse con ella a beber en la mesa.
El explorar y explorarnos en sentimientos y vida se convierte en una oportunidad, otra vez; es así como a lo largo del trayecto caes en la cuenta de que no podrás llevarte lo pericos contigo, que el perro habrá que ponerle vacunas "internacionales de viaje", que el plan de moverse en el tiempo requerirá vivir aparte, que los meses siguientes no serán iguales para nadie, que realmente requieres de una carga inmensa de voluntad si quieres que las cosas sucedan en la transición que se aqueja o la que ya pasó.
1 comentario:
El tiempo es la dimensión irreversible del universo. Volver al origen no siempre significa volver al punto de partida. El camino andado se vuelve parte nuestra para siempre, dejando una huella que no se puede borrar. Así, al “regresar” lo que hacemos es caminar en sentido inverso el sendero recorrido, cargando con toda la experiencia vivida en el trayecto. Además, el punto al que regresamos generalmente ha experimentado su propia evolución.
Las dimensiones de espacio – tiempo no son iguales para todos. Algunos de los que hemos avanzado algo en nuestra jornada entre las estrellas, hemos visto como una supernova ilumina por unos cuantos días, con intensidad letal, su universo circundante; como si quisiera hacer notar a todo el universo su presencia durante su corta vida. En tanto, un pequeño sol rojo puede calentar por eones los planetas que le rodean, al precio de casi pasar desapercibido para el resto de la galaxia.
La conciencia humana trasciende el ahora, convirtiéndolo en una simple división entre el antes y el después. Por eso los humanos tenemos recuerdos que nos ligan a nuestro pasado, y esperanzas que nos proyectan hacia nuestro futuro. La mente es la más poderosa de las máquinas del tiempo, permitiendo almacenar todo un universo de recuerdos. Pero estos recuerdos, lejos de permanecer estáticos, evolucionan: los recuerdos de los eventos y de las personas se apartan cada vez más de su estado inicial, conforme el tiempo los fosiliza en la memoria. De hecho, por irónico que parezca, del tejido de los recuerdos es del que se forman las esperanzas.
Esta meditación metafísica es un fragmento de la sabiduría que un niño se encontró en un largo camino, mientras sembraba árboles.
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