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noviembre 16, 2008

La persistencia de la memoria

A veces sin enterarnos, la mirada nuestra cambia de luz incendiaria a profunda melancolía, de luchador que ve pocas puertas de salida a descanso temporal, de rojo dolor a azul de tarde tranquila o bien de guerra no provocada a solicitud de tregua.

A veces sin darnos cuenta, los ojos se endurecen por meses, las noches blandas pasan sin ser sentidas y los pensamientos se quedan atrapados en telarañas que mascullas repetidamente como el tabaco denso y consistente.

El tiempo pasa (es algo que ya conocemos), ¡cómo cambiamos! (se nos nota), nos damos cuenta de todo y a su vez de nada, pareciera que solo sumamos, como si tejiéramos un dique con piedrecillas, todos los días colocamos una sobre otra, una junto a otra, una después de otra, una seguidamente a otra. Hay buena argamasa, pega bien, eso parece, aún así pueden darse filtraciones también.

Sí avanza, todo avanza, por ocasiones como un anuncio breve cual telegrama, pero profundo como la noticia urgente que es despachada. Sí todo cambia, hasta la ternura, las miradas endurecidas, los viejos conflictos, los pulmones jóvenes, las lozanías de los viejos y las madureces de los nuevos.

Me pregunto, ¿cómo estaremos de hoy en un año?

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