Cuando busco, cuando llego nueva me pregunto ¿podría vivir aquí? y si la respuesta es positiva ¿por cuanto tiempo?. Las respuestas suelen ser como mis sentimientos: encontrados. A veces maravillada, otras asqueada, en muchas sorprendida, en unas tantas aburrida, atrapada con ganas de ser liberada y en otras con intenciones de pretexto para quedarme...
Ayer tocaba una roca de 3.96 billones de años, la más antigua conocida, otra de 1 billón de años que es un pedazo donde se asienta una de las megaciudades del mundo. El clima frío, como cualquier país de cuatro estaciones. La ciudad lo suficientemente pequeña para hacerte sentir acogido y lo suficientemente grande para perderse, recorrerla por días o funcionar como capital de país.
Los ladrillos de las construcciones, las imitaciones de ladrillo, el cableado subterráneo, los basureros. El lugar de comida vietnamita, española, coreana, o de cultura a la fritanga; la tienda xyz, las personas que trotan a toda hora, el subterráneo con frecuencia de relojero y en toda dirección, los autobuses, los taxis, las bicicletas, las cuadras alineadas, todo parece invitar al movimiento pero en orden, como un sentido de seguridad.
Hacía días que no encontraba un lugar, que sin ser la única belleza, la tiene, que sin ser el ombligo del mundo, lo es, que sin proponerse invitarme y coquetearme, lo logró, a pesar de que finalmente no hizo nada.
Humm, otro espacio más del mundo donde podría vivir algún destierro.
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