Mi hermano tocaba guitarra, de una forma que yo no comprendía, solo veía como él miraba en dirección de unos símbolos negros que parecían enredaderas cortadas en fondo blanco. Bien cerraba los ojos y era como si leyera estas letras con los dedos. También dibujaba, tallaba madera, sembraba la tierra, reparaba las máquinas, cocinaba pero nunca como en el buen restaurante, donde trabajó. Comía puras golosinas y pocas cosas le sabían feo. Andaba ropa remendada cientos de veces. Tenía ataques de vanidad y se ejercitaba como loco, se preparaba mascarillas de limpieza facial junto a otros días que con costos se bañaba. Me enseñó abrazos, a no tirar las puertas, a bajar el volumen, a tener paciencia de la cual aún carezco. Alguna vez soñó con una familia que se quedó casi en sueño. Olvidé su risa. No su color, ni el sábado de desayuno. Tuvo un cerdo bebé por regalo de navidad cuando le robaron la bicicleta de carreras que compró, así como un auto, y una moto que lo mató. Quizá por eso no me gusta tanto el mes de abril. Quizá no es el espacio para colgar esto, pero ya está hecho. Así no es que duela menos, sino que me alejo más...
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“Y huí,
y ante mí desfilaron ciudad tras ciudad,
y me fui lo más lejos que es posible,
porque la mayor distancia es el tiempo...”
El Zoológico de Cristal
Tennessee Williams
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