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mayo 12, 2009

Elogio a la palabra

Para un país de 51.100 kilómetros cuadrados, tener a diestra y siniestra diariamente pequeñas actividades artísticas (aunque solo sea en la capital) es un lujo. Es decir, los martes por 1 dólar a la hora del almuerzo cualquiera puede entrar al "gran teatro nacional" la joya más grande, el templo de los dioses. Ustedes pensarán que será a ver cualquier tontería, pero no es así, son tonterías y cosas buenas con nombre, solo que en formato breve. Si a eso le sumamos el teatro universitario, el experimental (los demás disculpen no cuentan, aunque tengan nombres tan sexis como taxeando por un sueño o el gran hermano de la calle... sin palabras) Las microsalas de exposiciones de arte, los dos paseos peatonales de al menos un kilómetro, el jazz de casi todos los días al este y al oeste, las ferias de cuanta planta, "chunche"y manualidad aparecen, el par de librerías que valen la pena (las demás son solo pocos best-sellers rescatables) además de los sitios de libros usado, pues da la impresión de que hay alguna vidilla en crecimiento por este barrio del módico tamañano cercano a los cinco millones.

Estamos en el festival internacional de poesía, Juan Carlos Mestre es uno de lo invitados de gala en el jardín de los cafetos, los chips y las bananas, no es mi favorito (hago esa salvedad), sin embargo, tiene algunos fragmentos que podrían ir más allá de un vistazo. Para muestra un botón, aunque no asistamos a la velada, quizá alguno pueda:

"Esta noche y no en otra noche más cercana o desnuda voy a empezar a vivir es que ha pasado un hombre alto como un eucalipto y no soy yo (...) Esta noche y no en otra noche más fría o lejana voy a marcharme hacia siempre es que nunca la muerte termina y no soy yo cuando maltratan al beso con ira ya religión o fracaso (...) Esta noche y no en otra noche más escondida y lejana voy a quedarme contigo es que ocurre un mounstro en las selvas del alma y no soy yo cuando claman heridas y heridas..."

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