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julio 21, 2009

Horas de oficina

Es extraño, aún me descompensa escuchar gritos de una persona a otra, sea en la calle, frente a frente, por el teléfono.

El sonido "chillón" retuerce mis oídos, pero además acelera mis latidos y según de donde provenga o como se dé, me revuelve las tripas. Esto me quedó de años atrás, y aún no me explicó de dónde proviene tal cúmulo de sensaciones...

Las 5:30 de la tarde de este día, intentaba concentrarme en pendientes de días que deben salir justo el mañana miércoles. Un poco "workaholic" (¿se dirá así?) o algo mártir pues la labor inició a las 7:15. Sin embargo solo es un día más de esos que comenzó a cerrar con un casi me voy para que cataplún saltaran gritos telefónicos, amenaza de "cuidarme" e interpelación personal...

Me pregunto qué no cruza y se confunde en la cabeza de ciertas personas que toman una sola palabra para elaborar una realidad distante de lo
"sucedido."

Durante 10 minutos de vida escuché retahílas, no encontré mucho que decir, solo afirmar “no ponga palabras en mi boca ni manifestaciones no hechas.” (Sí algo aprendí del mundo diplomático), finalmente lo mejor que encontré en mi bolso de herramientas, fue dejar que hablar… total ni había diálogo, ni prisa.

Han pasado dos horas de lo que les relato, el ritmo cardiaco regresó a su rumbo, me entretuve para variar en otras cosas, oscureció con cielo azul en tres tonalidades. Me apetece llegar a casa, quitarme los zapatos, poner los pies en agua tibia, beber té rico, mirar mi programa favorito de martes de ficción (Sí ahora estoy enganchada con uno llamado Fringe). Me pregunto cómo reaccionaré mañana, si esta es otra más que se repite… No sé. Si algo sucede, quizá les cuente

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