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agosto 11, 2009

La rebelión de las letras

Recorrí por más de 40 minutos una librería de saldos. La que vende los libros de la "otra" que está de moda y ubicada en varios sitios de la capital. Busqué y busqué, encontré dos "best sellers" que un par de amigos han leído y me han recomendado aún sin lograr mi atención; se sumó un libro gordo del escritor que ahora estoy leyendo y uno de Coetzee, del cuál esperaré comprar cuando esté en rebajas.

Que desilusión, urgentemente necesito ir a una compra y venta, un lugar de libros usados, quizá así se calmen mis ganas.

Estaba cerca de la universidad -se supone la más grande del país-, misma donde estudié, esperaba el autobús universitario que me deja a 27 pasos del portón de casa -los he contado- Aún hoy puedo señalar las tres librerías de hace dos décadas. De esas que solo un dueño pasional de su negocio podría tener. Se encontraban libros de los más viejos a los más nuevos, de los clásicos hasta lo que estaba abriéndose paso y tantos de los que olvidé título o casi segura de que no encontraré ya más.

Murieron los dueños y se abrió paso a una pizzería y un café internet, excepto por una, la que lleva un nombre como de "Nueva Década"

Hoyporhoy no envidio y sí ambiciono una mezcla de librería, una suerte de lugar que reuna todo eso que se ve en la feria internacional del libro de Guadalajara, o los pisos y secciones de las que encuentras en las concurridas calles de Buenos Aires capital y ese servicio de libros por red que no me deje el bolsillo roto por lo elitista que sigue significando leer.

Me gustaría poder tener ese chance de contar con una red de kioskos públicos en dónde pueda "tomar" prestado el libro que encontré por en Internet, tal como las bicicletas públicas en los Países Bajos -claro si aún existe esta modalidad- y llevarlo conmigo, para luego devorarlo o no y devolverlo, sin mayor consecuencia que el placer.

Sería mucho pedir que un librero, bibliotecólo, lecturólogo, mentiroso especialista, me contara lo último que ha leído colocado en algún estante del lugar, sin que siempre señale los "más vendidos" que ni siquiera conoce. ¿Podría alguien alimentar mi esperanza e indicarme algún otro escritor que quizá podría descubrir? Debería haber algo así como una rebelión de letras y de lectores. ¿No les parece?

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