Ese es el título de un cuadro de Michael Eastman quien tiene más de treinta años de trabajo publicado en el Museo de Arte Metropolitano de Nueva York, en el Instituto de Arte de Chicago, en el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles, entre otros lugares.
Me topé con este fotógrafo gracias kilmtbalan's lo cual me servió para finalmente hablar de la señora que nació el mismo año que mis padres y por lo cual se escribe este "post": Mercedes Sosa. Aunque quizá escribo porque Sergio me decía que por qué no escribía sobre ella en lugar de "melancoliquear con Benedetti"...
Tengo poco que decir, apuesto que más amor le tendrán otros míos que coreaban fuertemente entre ellos y luego a sus hijos Duérmete Negrito o Gracias a la vida. La única historia que me ató a esta mujer, más allá de sus canciones, fue la protesta que armamos -pues si digo que la armé, sonaría petulante hoy- dos viejas locas a las cuales se sumaron otras personas un 24 de julio, esto a mediados de la década del noventa, en plena avenida segunda (la principal) frente al teatro donde ella daba un concierto.
Eramos estudiantes universitarias pero luego eran otras personas más, algunos conocidos que por accidente se quedaron con los "protestantes". Hicimos carteles, aún conservo dos de estos con firmas de los que participaron y se quedaron sin temor a la fuerza pública que llegó allí.
Escribimos palabras como: "convéncenos de que lo que cantas es cierto", "cantas para América Latina pero solo para los ricos". Lo cierto es que algo pasó y funcionó haber gritado durante todo su concierto fuera del teatro pues después del cierre y durante la recepción salió al balcón. Para ese momento éramos muchos y ella nos habló. No recuerdo si guardamos silencio, si los que estaban allí realmente la conocían o compartían su música, pero coreaban lo que algunos sabían bien y todo esto nos llevó a que ese fin de semana en las instalaciones principales del ministerio de cultura diera la señora un concierto gratuito a "su gente".
La euforia, mezcla del triunfo no de la gratuidad -pues bien que mal a todo estudiante nos era prohibitivo pagar los precios de un concierto así- nos dio la oportunidad del abrazo, el beso y el paso de creerle un poquito más y no sentirse defraudado.
El concierto estuvo a reventar, más allá de lo que hubiésemos pensado. Ese día del concierto no llegué, no pude, como siempre algo pasó. Leí en los períodicos la felicidad de la canción y a mi me quedó la historia.
Descanse en paz señora.
Eramos estudiantes universitarias pero luego eran otras personas más, algunos conocidos que por accidente se quedaron con los "protestantes". Hicimos carteles, aún conservo dos de estos con firmas de los que participaron y se quedaron sin temor a la fuerza pública que llegó allí.
Escribimos palabras como: "convéncenos de que lo que cantas es cierto", "cantas para América Latina pero solo para los ricos". Lo cierto es que algo pasó y funcionó haber gritado durante todo su concierto fuera del teatro pues después del cierre y durante la recepción salió al balcón. Para ese momento éramos muchos y ella nos habló. No recuerdo si guardamos silencio, si los que estaban allí realmente la conocían o compartían su música, pero coreaban lo que algunos sabían bien y todo esto nos llevó a que ese fin de semana en las instalaciones principales del ministerio de cultura diera la señora un concierto gratuito a "su gente".
La euforia, mezcla del triunfo no de la gratuidad -pues bien que mal a todo estudiante nos era prohibitivo pagar los precios de un concierto así- nos dio la oportunidad del abrazo, el beso y el paso de creerle un poquito más y no sentirse defraudado.
El concierto estuvo a reventar, más allá de lo que hubiésemos pensado. Ese día del concierto no llegué, no pude, como siempre algo pasó. Leí en los períodicos la felicidad de la canción y a mi me quedó la historia.
Descanse en paz señora.
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