"Recuerdo una ocasión especial en la que tuve que crear una parte de mí que no existía, para aparentar una normalidad que tampoco existía. Fue horroroso. Fue un ejercicio muy duro, tan duro que se formó una capa encima de mí que aún me acompaña... y tal vez que lo hará siempre. Al final somos como las cebollas, no?... cargaditos de capas que nos vamos poniendo en cada bache de la vida y que no sabemos luego quitar. Yo no tuve modo de sacarlo fuera, de deshacerme de aquella porquería, no supe cómo."
A mí no me preguntes mucho, diría no preguntes nada pues como se nota desde hace semanas y suman meses hacia atrás, voy en espiral al fondo con fin incierto. Me está costando hacer esfuerzos para soltar los dientes apretujados casi a la espera de un viento fresco soplando a favor o poder erguirme con las dos piernas y juntar lo que está en el piso.
...Cerrar cuando otros se han ido y han estado preparados, deja mal sabor. Los otros, los rezagados quedan con una no idea de por donde comenzar; que si recoger la silla, si levantar la mesa, si limpiar el mueble o dejarlo con el vino regado por todos los sitios, si apagar las velas o prenderle fuego a todo, si usar las flores para los entierros o pensar en el adorno de otra habitación.
Dar por finalizado cuando no se sabe cómo es jodido. Pretender que no se quiere cuando sí, no sentir la minúscula palabra adornada cuando aún escuece todo, pretender que la lluvia ha caído menos cuando es el año de La Niña y carajo llueve más. Sonreír cuando te metes el bocado entre los labios mientras las náuseas te quitan el apetito o llenar la mandíbula de azúcar cuando el cuerpo te dice no más. No usar la cabeza o las memorias que marcan las líneas de expresión. Usar el bote de la habitación para lo que está previsto: la basura, es reaprender.
Es extraño como se meten esos dolores que no son de las coyunturas o de los tratamientos médicos, esos que podrían ser pequeños o superficiales pero no se logran clasificar, esos que son parte de la vida, que unos usan para crecer y otros para llorar, unos para escribir y otros para continuar. Esas burlas, esas palmadas y esas esperanzas que han movido la humidad al dormir, al amanecer y al llegar la noche otra vez.
Ciertamente no quiero ponerle nombre, color o lección de vida a estos inevitables, es como querer poner etiqueta diferente a los campos arrasados y entonces llamarlos campos de lección para poder tener paz, o pensar que una corriente lodosa y roja de agua es solo una corriente y no la inundación y el arrastre.
Hoy y para lo que queda, tomo prestado esto de Toro Salvaje, pues como habremos notado de los cinco párrafos hay poco o nada coherente y lo que digo es onírico como diría Iraide. Lo cierto es que si fuera yo diferente, no estaría en este tremebundo problema por semejante acto de estupidez.
Me queda la locura
"Cuando todo ruge
y la vida inhóspita me mira
enseñándome los dientes
me queda la locura
y el reposo de su amparo
allí bajo las alas invictas
del mundo al revés
me siento protegido
y mecido en su regazo
la locura me susurra
palabras de azúcar
y nanas para niños grandes
mientras miro complacido
como todas las tormentas
y todos los males
me observan desde lejos
y dan media vuelta
en busca de otra víctima."
1 comentario:
"Me queda la locura"... que a veces es una brillante lucidez.
Alguien me dijo en aquel entonces, que cuando se ha llegado a tocar fondo, sólo queda una salida posible, subir hacia arriba. Coge una piedra y cuélgatela de la cintura (no del cuello...) para caer lo más rápido posible!. después vendrá el camino de recuperación para salir a la luz, y verás... verás...
Un beso fuerrrte.
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