Bajo el amplio cielo existen los invisibles para pena, paciencia y un poco de incomodidad. Hay unos que decidieron no mirarlos, ni con el rabillo del ojo y si lo hacen mueven rápidamente la vista en otra dirección.
No existen mientras limpian el baño y les ignoramos porque vamos presurosos al sanitario, o porque nos recuerdan a algunos que queremos realmente olvidar. Recogen la basura al pie de la puerta, así como las hojas del jardín o las encomiendas. Aquellos que podríamos llamar personas no tienen nombre, voz, aspecto, olor. Están borradas. Casi evitables al subir el tren, bajar del taxi, cruzar la calle, retirar un boleto. No existen, no, aunque tengan historia y quizá merezcan más recuerdos que los cotidianos conocidos.
Caminan unos con menos suerte que otros mirando en dirección al pavimento, tampoco existen allí, en la calle abierta, bajo el cielo amplio o en la lluvia que moja todo. Por suerte miramos a través de las gafas oscuras, no nos vemos, no existen pues son menos dignos que un leve buenos días ( aunque ni eso nos decimos a nosotros mismos cuando nos vemos al espejo mañanero.)
¿Qué haríamos unos y otros si un día deciden salir? Encontrarnos en cada esquina, en cada lugar, llamarnos por nuestros nombres, verlos despiertos mientras unos duermen, salir prendados con sonrisa, orondos y ufanos, conocedores de nuestras historietas, dueños de su propia verdad. ¿Qué sería de los visibles?
1 comentario:
Voy a copiarles algo que una amiga desde la distancia me dejó llegar al buzón personal. Lo hago porque pienso que uds. también quizá querrían leerlo.
Besos.
INDIGNEZ VOUS!
Copio un pequeño párrafo de ese sorprente librillo que ha publicado el francés Stéphan Hessel de 93 años.
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Es nuestra obligación velar todos juntos para que nuestra sociedad siga siendo una sociedad de la que podamos sentirnos orgullosos, y no esta sociedad de indocumentados, de expulsiones, de sospechas con respecto a la inmigración; no esta sociedad en la que se ponen en cuestión las pensiones, los logros de la Seguridad Social; no esta sociedad donde los medios de comunicación están en manos de los poderosos. Todas estas son cosas que habríamos evitado apoyar si hubiéramos sido verdaderos herederos del Consejo Nacional de la Resistencia.
A partir de 1945, después de un drama atroz, las fuerzas internas del Consejo de la Resistencia se entregan a una ambiciosa resurrección. Se crea la Seguridad Social como la Resistencia deseaba, tal y como su programa lo estipulaba: “un plan completo de Seguridad social que aspire a asegurar los medios de subsistencia de todos los ciudadanos cuando estos sean incapaces de procurárselos mediante el trabajo”; “una pensión que permita a los trabajadores viejos terminar dignamente su vida”. Las fuentes de energía, electricidad y gas, las minas de carbón y los bancos son nacionalizados.
El programa recomendaba “que la nación recuperara los grandes medios de producción, fruto del trabajo común, las fuentes de energía, los yacimientos, las compañías de seguros y los grandes bancos”; “la instauración de una verdadera democracia económica y social, que expulse a los grandes feudalismos económicos y financieros de la dirección de la economía”. El interés general debe primar sobre el interés particular, el justo reparto de la riqueza creada por el trabajo debe primar sobre el poder del dinero. La Resistencia propone “una organización racional de la economía que garantice la subordinación de los intereses particulares al interés general y que se deshaga de la dictadura profesional instaurada según el modelo de los Estados fascistas”, y el gobierno provisional de la República toma el relevo.
Una verdadera democracia necesita una prensa independiente; la Resistencia lo sabe, lo exige, defiende “la libertad de prensa, su honor y su independencia del estado, de los poderes del dinero y de las influencias extranjeras”. Esto es lo que, desde 1944, aún indican las ordenanzas en relación a la prensa. Ahora bien, esto es lo que está en peligro hoy en día. "
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