Uno de mis tantos vicios como bien saben algunos, es tomar fotografías a iglesias. Había dejado esto hace muchos años atrás, pero circunstancias contextuales me empujaron a robar un par de fotografías al paisaje, no hacerlo hubiese sido algo tonto.
Esta semana es para el poco más de 1,165,714.000 millones de personas según la agencia FIDES (es decir 1 de cada 6 en el mundo), la Semana Santa o Semana Mayor.
En estos lares, donde la religión católica llegó con los conquistadores de la península Ibérica, hay ciertos pueblitos más que otros llenos de color, esto en contraste con escenas oscuras, cristos cubiertos de sangre, imágenes dolorosas que año con año repiten como si realmente se expiara alguna culpa.
Yo que crecí en medio de tres mundos: protestante, católico y ateo, recuerdo por igual los vestidos de ángeles en medio del calor veraniego en donde me obligaban a estar de pie, los libros de colores con escenas bíblicas de los domingos de escuela dominical, las fastidiosas películas bíblicas (no niego que tengo un par que aún podría ver) y las noches jugando cartas, comiendo carne roja y sin duchar, como si fuera suficiente para desafiar el orden establecido.
Ciertamente, así como mis padres y sus ininteligibles vidas, el teléfono, lo libros, la televisión y la música, estas "fiestas" siempre estuvieron ahí. para aburrimiento, protesta o impase de una semana en especial para cada año y como tal atraen mi atención al menos 5 minutos de cada periodo.
Estaba pensando que me gusta más Guatemala, Antigua o Chichicastenango en Semana Santa. Supongo que por los colores. Aunque si lo pienso bien, nunca he estado en México o Perú para esas fechas y he olvidado casi por completo otros sitios. En fin, aquí como en otros lugares cuyas creencias están casi en el ADN, o se metieron a punta de golpe y años de insistencia, o quizá se colaron en el tuétano por sobrevivencia de unos y otros, o bien solo porque sea eso llamada Fé, un par de fotos de los cucuruchos.
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