Cuba tuvo una revolución que para bien o para mal le ha tenido conectada y aislada unos tiempos más que otros, desde hace 50 años y Costa Rica para bien o para mal tuvo su segunda república desde hace 60 años atrás.
En ambos casos sus situaciones fueron producto de combates armados por sorpresa y en principio por una lucha por justicia social y política, hablo de un período de ruptura, un período donde el partido comunista jugó un papel clave.
Los sistemas políticos de ambos países harto conocidos, uno dícese contar con las restricciones "más particulares" que pueda tener un país, y el otro "es tan libre" como sus leyes le permitan ser. Es tan relativo en ambos casos y tan inconcluso en los mismos países. Lo cierto es que son diferentes, sin embargo, en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) Cuba se ubica en el puesto 50 y Costa Rica en el 51.
El IDH es una medida comparativa de la esperanza de vida, el alfabetismo, la educación y los niveles de vida para los países de todo el mundo, es una unidad estándar para medir la calidad de vida y estos dos países se encuentran en el "ranking" de alto desarrollo humano.
Por estos días he entrado al blog de Yoani Sánchez, -la cubana que regresó a su país y quien tiene un sitio que merece ser leído, además de premiado y tremendamente visitado- he tomado nota de sus árboles navideños, sobre el costo de la leche, el tráfico de queso, leche y viandas el sobrevalor del CUC, de cómo el sistema quizá alfabetizó pero no permitió crecer.
Aquí o allá, se requiere abrir, construir, dinamitar espacios para aquellas personas frescas que están tratando de formar su pensamiento y de paso el de otros. Urgen nuevas maneras de abordar la vida, no solo desde los "antiguos pensantes y políticos", sino desde todas aquellas generaciones que han quedado "atrapadas" y "expuestas", despiertas y sin voto o bien sin mayor remedio que el espacio donde están. Quizá cómo nos sentimos algunos en ciertos momentos de la vida.
Los problemas si bien más profundos en unos sitios que en otros, no por eso dejan de ser comunes. El llevar pan a la mesa, el cómo llevarlo, la salud y el cómo no perderla, la casa, el espacio para dormir, el cobijo ante la interperie, el lobo y el agua; la violencia que asecha a la vuelta de la esquina, la bala "perdida" y el ajusticiamiento a la orden. Es que a todos (nosotros) los perros flacos o gordos siempre se nos pegan las pulgas. Es decir, no importa las latitudes, entre índices, políticas, soluciones y problemas parece que tenemos todo en común, lo que cambia es cuan "gordos estamos".