"Hay una atmósfera de suspensión, como si todo lo que hay alrededor nuestro estuviese esperando que algo ocurriese." William Somerset Maugham.
No eligió tomar el papel de Penélope, el cual piensa es solo un nombre bonito, no una historia griega. Ni siquiera analiza lo que hace: asomarse por la ventana y mirar hacia la calle, sentarse por enésima vez a chequear el correo electrónico a ver si alguien ha escrito -pues ya no llegan más que recibos por el postal-. Intentar escribir su primer libro -en el cual lleva años ya-. Buscar el teléfono móvil a ver si han llamado -aunque los sábados nunca hay llamadas, ni los domingos tampoco- Buscar en los papeles del escritorio las notas clasificadas a la izquierda debajo de los cuadernos para elegir la que volverá a leer- Pensar en Whitman y decirse como una oración -no desfallezcas si no me encuentras pronto. Si no estoy en un lugar, búscame en otro. En algún lugar te estaré esperando - No le gusta tejer, el "quilting", el macramé o esas tareas que según ella están reservadas para las personas aburridas. Dibuja mucho, muchos garabatos en carbón o con pinturas de tres colores siempre para luego desechar los trabajos. Busca pretextos para decir que aún no ha llegado la oportunidad. Sueña con cambiar de trabajo -este es de reciente adquisición- Se tira al sofá, intenta ver una película cualquiera, una serie, no una novela. Le da vuelta al reloj, busca el olor de sus presentimientos en el aire, los que se confunden con la carga de la estación lluviosa. Toma café, ordena la estancia, se apuña las manos, se sienta en el sillón, en este caso le han dicho que no es su tarea, que ya ha hecho, ahora son otros los que deben hacer -es insolente dejar en otras manos parte de un futuro-. Se pone de pie, come un dulce, se asoma a la ventana, regresa a la computadora a relamer las teclas.