Javier Matías en su libro Los enamoramientos retrata una historia cualquiera un poco pesimista, un poco sombría y cuyo tema central son las diferentes dimensiones de ese estado. El libro cuenta a través de los ojos de una mujer que observa fascinada como cada mañana una pareja de enamorados se encuentran en un café, hasta que deja de verlos para enterarse posteriormente que, el hombre había sido asesinado y habría quedado todo con un tinte de impunidad. Como diría el autor, el amor tiene sus facetas oscuras y grises, no todo es alegría o plenitud.
La reseña me hizo hizo recordar tres cosas, mi propio cuento en donde disfrutaba encontrar cafetines y donde 30 minutos bastaban hasta que llegó el ya no suficiente. El informe que esta semana expuso el Banco Mundial (Crimen y violencia en Centroamérica: un desafío para el desarrollo) y que mi madre estaba de luto por la violencia de la impunidad, así como en el libro.
Este lado del mundo (Latinoamérica) está convulso, no necesariamente por las manifestaciones del "poder ciudadano", de las elecciones insufribles de Perú, de las estupidez en Guatemala cuando su presidente y esposa deciden divorciarse para poder hacer lo que los Kirchner hicieron en Argentina, o por el autoritarismo que encuentras por doquier y que a mi juicio se manifiesta más fuerte en el Sur que en el Centro.
Se encuentra hirvente, temerosa, escondida, agitada, crispada y cansada de la violencia en cualquiera de sus formas. México libra una guerra de baja intensidad (por ponerle un nombre) del 2006 al presente han muerto 34.000 personas. El triángulo norte de Centroamérica concentración de la violencia (Guatemala, Honduras y El Salvador) no se escapa, ni siquiera el llamado paraíso costarricense, país al que le cuesta 0,58% de su PIB o 96 millones de dólares al año y esto a pesar de que ha sido catalogado el más seguro. Es chocante saber que es constitucionalmente permitido en Guatemala tener hasta 5 armas y que se tiene el derecho de comprar hasta 3000 municiones al mes; es decir se podrían gastar 100 balas por día o que El Salvador tiene la tasa más alta de homicidios de América Latina con 58 muertes por cada 100.000 habitantes (una de las más altas del mundo también) e invierte un 1,99% de su PIB más de 260 millones de dólares al año en seguridad pública o privada.
Me preguntarán ustedes por qué hablo de violencia, bueno porque pensaba en todas esas formas, las que salen de los enamoramientos, las que se llevan en los hogares, entre las personas, en la demagogia, por la radio o la televisión y los periódicos en las que no se necesitan armas para herir o matar. Todos sin excepción estamos expuestos a esas formas en diversos espacios, en las relaciones de inconvivencia y a veces pareciera que no afecta, pero a mi juicio, la misma inevitablemente se va depositando sobre uno y lo penetra como la capa de hollín de la contaminación de las calles y así pareciera que nos acostumbramos a vivir con una suerte de brazos caídos, o con olor a muerte impregnado por dentro o por fuera. No basta con decir que necesitamos un cambio o redireccionar nuestras geografías, requiere de un trabajo constante, intenso y decidido de hacer esfuerzos diferentes antes de que esto realmente nos mate o seamos un cascarón de personas.
Les recomiendo la lectura de ambos, porque la vida y la muerte, las querencias y no querencias tienen siempre ficción y realidad.