Suelo pasar más tiempo frente a una computadora, un libro y un periódico (en ese orden) que ante la televisión; además he dejado de lado el cine por equivocación y será tal vez por esa razón que la producción basada en la carta del padre a la hija, guión del actor y director francés Jacques Tati, la vi hasta hace pocos días.
A ritmo pausado, con sonidos que al menos a mí me recuerda películas europeas de la década del sesenta, avanza una cinta cargada de colores añejos, de imágenes con esa misma sensación, con un diálogo casi silencioso, con figuras en sepia que todos podríamos reconocer.
L'Illusionniste, como se llama, no es cine para quien tenga prisa, ni para quien no esté dispuesto a "cranear" o dejarse llevar por ciertos sentimientos. Es cine de momentos de cariño, algo de nostalgia, un poco de homenaje al fallecido Tati y, querer como crecer... Es cuando no está demás tener un amuleto rojo, aprender un truco, compartir un plato de comida, recorrer las calles de la vida, visitar un teatro, enamorarse de un viejo o de una joven y viceversa.