Quizá motivada por la semana latinoamericana al no acoso callejero, dejo esto aquí. Algo del baúl, de esas partes de donde el polvo, el moho caen y cubren en una oscuridad casi total...
Ponerse de pie,
arreglarse la falda,
colocar la mesa en su lugar.
Todas son decisiones.
Recoger el hilo de persona,
martillar las piernas,
y coser la compostura.
¿Dónde cayó?
Cerrar la puerta del 4to piso
detrás: al hombre,
al amigo, al amigo del amigo,
al amigo del jefe, al jefe de los jefes,
el que tiene una niña en el colegio europeo,
al latino picante que vive en una vieja metrópoli,
al adicto a las pastillas,
siete pasos y medio y la oficina queda atrás.
El teléfono es inofensivo,
aún así, hay nombres que asustan,
lobos enfurecidos al otro lado de los muros,
respiración seca,
se necesitan testigos,
una es culpable de oficio...
Se toman muchas personas
y una sola (yo)
para llegar ahí,
nadie escucha a la nada,
es viernes,
no se sabe noticia.
Comencé a pensar que había soñado,
que todo era una pesadilla con tres moretones
y el cabello deshecho.
buscador y encontrador
mayo 10, 2015
abril 30, 2015
La belleza de lo perdido
Si están por Costa Rica, este 30 de abril a las 5:00pm, lleguen al Instituto de México, pues será la inauguración de una bella obra, del ejercicio de querencias, de perdidos y encontrados, de "un viaje personal" individual y colectivo.
Jimena Granados, artista visual, ceramista, soñadora, viajante mexicana (entre otras cosas), con el apoyo de Jahel Palmero y por supuesto con el patrocinio del Instituto de México, se tomaron la "molestia" de montar un taller y exposición donde se encontraron, una mixtura de personas entre la danza, el teatro, la gestión educativa-artística, el arte, la lírica y el deseo de experimentar.
Es así como se abre paso a una exposición con elementos conceptuales muy personales y cotidianos, una forma de contar/vivir de manera individual y compartida. Vayan
Jahel Palmero y Jimena Granados |
Obra de Jimena Granados |
----------------------------------------
"y me cuidas
y me cubres/
me abrazas
en la lluvia/
yo/ con pies descalzos"
De H. Jiménez Imágenes del archivo personal |
De H. Jiménez
Imágenes del archivo personal
|
H. Jiménez Fotografía del archivo personal |
abril 20, 2015
Un domingo cualquiera
Las imágenes que tengo de los hospitales no son las mejores. No es culpa de los hospitales o la gente que atiende y asiste. Es culpa de mis traumas, el cual solo es uno. Lo que sí he aprendido, es a ser generosa con la gente que vive allí por unas horas o de forma permanente. Desde quienes atienden dolientes y vivientes, hasta los moribundos y sin esperanza aunque estén bien.
Pienso que hay lugares difíciles y estos, ¿como decirlo? son tristes, es como si en las líneas del concreto del techo y las paredes, se hubiese colado "un no se qué", no por el tránsito de órganos, o de personas, medicinas o esperanzas, ni por los cientos de pinchazos, orina y heces que deben analizar, ni por la cantidad de pocas buenas noticias y sus contrapesos decentes que le dan de alta a una.
Me equivoqué, saben, la esperanza se viste de forma diferente, se acicala como un gato y se contonea oronda; si va un domingo por la tarde tempranera, la hora de visita es más dinámica que la salida de la iglesia o de las tertulias que se arman en las afueras de las velas. La gente come "cosillas" como si fuese un paseo, habla, realmente habla mucho, hasta pedazos de la suerte venden en lugar de cabitos de candela o hierbas y aguas. Los niños corren por los espacios donde el oficial no tiene la ingrata labor de ordenar silencio. Yo que pensé, que en esos sitios, los únicos espacios con vida propia, eran los verdes, aquellos con suerte de haber sido olvidados y por ende no cubiertos con concreto.
En fin, el hospital se llena de jolgorio, de licras/leggins que llaman, de jeans/pantalones de mezclilla, ropa de colores, tenis y sandalias, poco zapato empinado, comida para el convaleciente escondida en los bolsos o en los abrigos, personas saludando a las ventanas a lo lejos y almas mirando desde ese alto. Gente sentada en los pasillos, las escalinatas de la entrada y cosa curiosa, todos mirando en dirección al atrio, a la entrada como espíritus en espera.
La "fiesta" dura poco, 60 minutos, después la marabunta se marcha, los estacionamientos se vacían, los cuidacarros igualmente abandonan los alrededores y el enfermo vuelve a quedar solo con sus pensamientos, en el mejor de los casos, o dormido, o sin visita y con la expectativa de futuro, lo conozca o no, todos tenemos uno.
https://soundcloud.com/muchosabrazos/marabunta-domingo-19042015
Fotigrafías del archivo personal
abril 16, 2015
Centro Cultural Británico
Solo para contarles que, dos fotografías mías, por fuerza del destino, están en el festival de celebración de Shakespeare, esto a partir del jueves 23 de abril.
Romeo y Julieta, los personajes.
Romeo y Julieta acto 1
En el libro es el momento del conocerse de encontrarse humanos sin maquillaje (de ahí el cutis sucio, granuloso que le coloqué), apacibles
Romeo y Julieta con happy ending
Esta pareja era colorida y bella, ella vestida con traje típico, la trasladé a sepia para hacerla atemporal, una mezcla de pasado y presente (su sombrilla, la gorra de él, los botines de ella el tejido del vestido)
marzo 30, 2015
El llanto de las cosas, Roberto Sosa 1930-2011
En mi haber se encuentran historias cortas, intentos de poemas sobre mujeres, unas fuertes, otras débiles -¿quién ha dicho que ser fuerte o débil es un continuo sin descansos?-, pero colocarlas a veces en ciertos espacios podría sorprender de manera un poco extraña, incómoda, y tal parece que a una inmensa mayoría no le gusta la incomodidad, el confrontar no está en la lista de "por hacer" aunque a veces se deba, pareciera que abordar ciertos temas debe ser "lateral". La palabra conflicto asusta y pensamos en asesinatos sin sentido o violencias oscurantas... en fin, hay tanto por decir en esta vida, cosas que se repiten una, dos, cientos de veces y sociedades nuestras marcadas por sucesos y acciones repetitivas en los espacios menos impensables.
Por otra parte, hay personas que saben decir de la forma "más bella" lo que puede ser duro. La poesía es una de esas formas. Esa palabra breve, trabajada, que no es producto de sentarse y "boom" cayó la inspiración...-¡qué tontería!-; esa palabra trabajada y mucho, no por eso significa sudores de horas, o humores de minutos o la acción de cinco palabras bien puestas. El ejercicio de escribir es una acción "mágica", extenuante, libertadora, imaginario fractal, de creación desde lo conocido y no, es la maravilla de saber decir estoy vivo.
Un autor hondureño, por ocasiones es necesario visitar los idos, un maestro de la pluma.
Roberto Sosa
se pasó la mayor parte de su existencia
parada en un ladrillo, hecha un nudo,
imaginando
que entraba y salía
por la puerta blanca de una casita
protegida
por la fraternidad de los animales domésticos.
Pensando
que sus hijos somos
lo que quisimos y no pudimos ser.
Creyendo
que su padre, el carnicero de los ojos gateados
y labios delgados de juez severo no la golpeó
hasta sacarle sangre, y que su madre, en fin,
le puso con amor, alguna vez, la mano en la cabeza.
Y en su punto supremo, a contragolpe, como desde un espejo,
rogaba a Dios
para que nuestros enemigos cayeran como gallos apestados.
De golpe, una por una, aquellas amadísimas imágenes
fueron barridas por hombres sin honor.
Viéndolo bien
todo eso lo entendió esa mujer apartada,
ella
la heredera del viento, a una vela. La que adivinaba
el pensamiento, presentía la frialdad
de las culebras
y hablaba con las rosas, ella, delicado equilibrio
entre la humana dureza y el llanto de las cosas
marzo 20, 2015
Marañas y vientos
El viento no está muerto,
solamente quiere conversar...
Nada de susurros, piruetas o mece hamacas.
Pedacillos de hojas caen como lluvia deshidratada, pulverizada.
Flores cansadas de las ramas se dejan arrancar, listas para cualquier resultado
El polvo seco, muy seco sí,
rubio con destellos oscuros, casi castaño mediano 40,
solo se contenta con ser levantado a veces
acumulado otras, de manera poco juiciosa,
simplemente se quiere marchar,
sin detenerse, sin pensar la hora o el lugar
Ahí están las llaves que cantan,
siguen pegadas a la aldaba
se balancean sostenidas por la cuerda.
Quizá así debería de sonar el móvil de la entrada,
pero está mudo... dicen eso mismo de mí.
Todo se acumula
los autos,
las motocicletas,
la gente
el camión,
los perros
el niño pegado al muro,
los gritos de los muchachos,
la aspiradora de esa casa,
los tacones del último piso.
Demasiado ruido
Sin embargo, el viento lo calma,
cuando se "pone"
sencillo,
perezoso,
brevemente intenso y sostenido,
cuando se desliza entre mis piernas sin pena,
choca en mis brazos aún fuertes,
se cuela por los pensamientos
y por más cursi que suene,
me hace sentir que,
puedo volar.
Maraña I, 2014 |
Maraña II; 2015 |
Maraña III, 2015 |
marzo 10, 2015
¿Manos para qué las quiero?
Sé que todo es un proceso,
a veces lo olvido,
en otras ocasiones lo recuerdo.
Nunca comprendo
si debo ir lento,
rápido, frío o caliente.
No acierto,
bueno, muy pocas veces al decir verdad.
Enamorarnos, desenamorarnos (como parir es aquello)
Encontrarnos decepcionados, culposos con excusas y en otras
con ilusión hinchada que no cabe de contento,
casi globos de helio poderoso.
_____________
Hoy es 10, hoy ha salido mi primer grabado en media vida, borrador de borrador en proceso. Hay que mejorarlo, hay que dedicarle tiempo, para que "le salga" todo el amor y esa espera que he tenido por meses.
Imágenes del archivo personal. Borradores 1, 2, 3 |
Imagen de archivo personal. Diseño final para grabar |
Imagen de archivo personal. Proceso de tinturado |
Imagen de archivo personal. Primera impresión, prueba para corregir placa |
febrero 20, 2015
febrero 10, 2015
Lápiz para otras cosas
En estas andamos de la mano con gente silenciosa que motiva, con maestras con soñadores
Primavera I, serie de "las cuatro estaciones sin verano" 2014
febrero 08, 2015
Madrid 6 al 17 de febrero
Al final es tan pequeña como una postal, aunque originalmente fue media página tamaño carta.
No me he marchado de mis amores, estoy con otros. Este se titula "Primaveras para Carlos".
Un canto para Carlos Picado, quien lucha contra la muerte.
enero 31, 2015
Cotidianas
We'll do whatever just to stay alive,
Stay alive José González
Desvarios día I
Los periódicos saben a hierro.
Counting Stars: Eso que mata es lo que me hace sentir vivo.
La radio: 23 niveles
quiero más,
Que la guitarra entre al pecho y salte por los intestinos.
Corro.
¿Habrá algo más fuerte?
Este sentimiento solo fluye en un camino,
"such a bad thing" dice la canción.
Vengo rogando desde días
y la ruleta da resultados negativos,
deberé de dejar de leer el horóscopo por internet
¿qué me dicen los "guts"?
no hay nada,
trato, trato
realmente tra-to
Demasiado Sia y Artic Monkeys juntos
Debería regresar a esos viejos que llaman al Zepellin
Desvarios día II
¿Quiero saber?, si
¿nos diremos?
¡Claro!,todo, como las canciones de muñecas y cuna
solo así se nos ocurre,
bocas un poco cosidas.
Quizá necesite una "cuchilla"
para esos hilos
Desvarios Día III
Abre las piernas
anda no seas malita
portate bien
34 años -me cagué en la ropa-
pero mujer liberada no tiene miedo
pega, grita, habla, se empodera
y escapa.
Culpable de llorar en esta
esquina de casa
al menos sé que no sabe donde vivo
Desvarios Día IV
19 puchaps
3 miradas a la ventana izquierda
sesiones de internet
cama lejos de las paredes
me sobo la barriga
no más pastillas
un caramelo
el gato se durmió
vamos bien,
algo sudada,
hace frío
la ventaba abierta por si no funciona el despertador
doble cobija, realmente hace frío
tengo problemas, lo sé
¿harás algo además de señalarlos?
-estoy en eso-
sí, sí la terapia es cara
por eso ahorro
personas como nosotros no se pueden herir
-intenta otra vez-
enero 05, 2015
Des/varios en imágenes, hay tantas formas de poesía
diciembre 20, 2014
Nostalgia del Bosque de Arquímedes González Torres, Nicaragua
Nicaragua, ese país que tiene tanto que contar... quiero copiarles algo de un escritor que es una joya, quien fuera elegido por el Instituto Goethe de Alemania como autor emergente de Centroamérica y de ahí traduce al alemán su obra.
Nostalguia del Bosque.
Dicen que maté a esos niños, pero juro que no.
Los cráneos encontrados en mi casa los descubrí en el bosque un día que recogía madera. Recuerdo que caía una llovizna leve, de esas que no empapan.
Me adentré en el bosque y fui a la colina en busca de pedazos de madera porque soy escultor y obtengo mi material de ramas caídas para cortarlas, tallarlas, pintarlas y vender figuras en el centro.
Iba con mi bolso en el que guardo el serrucho y de pronto, tropecé con un pequeño promontorio.
Bajé la vista y ahí estaban: dos cráneos semienterrados sin cabellos ni el resto de los huesos. Los recuperé y los miré largo rato, pensando qué hacer. Confieso, fue mala idea traerlos a la casa, pero no imaginé que a esos niños los habían matado porque ellos me contaron otra cosa.
Les quité la tierra y el lodo acumulado. Tenían mala dentadura, los cepillé y los acomodé en la mesa de noche. Me senté en el sillón y los observé. Cansado, los coloqué en la repisa y al día siguiente, ahí estaban.
Ya no estaba solo.
Al principio no hablaban pero se les quitó el susto de ser encontrados y de poco soltaron palabras. Uno se llama Ignacio y el otro José. Huyeron de su madre y se vinieron a la capital en donde se sentían felices de estar libres de maltratos.
Pero las malas amistades los arrastraron a los barrios más peligrosos y ahí conocieron a otros niños sin inocencia. Olieron pega y de tanto hacerlo, se les olvidaba comer y con los años no recordaban ni los nombres de sus padres.
Robaron en viviendas cercanas, los atraparon y les dieron palizas porque la Policía no podía detenerlos, sin embargo cada día se hacían más fuertes y experimentados. Corrían detrás de una mujer y zas, le quitaban la cartera o esperaban que sacaran el dinero y chas, se lo arrebataban o seguían a su víctima y pum, le daban de golpes, bangán, de patadas y le quitaban los zapatos, la camisa y los pantalones para cambiarlos por pegamento.
Fue Ignacio el que enfermó. Del ayuno estaba enflaquecido. No le quedaban fuerzas y José se esmeraba en cuidarlo. En las mañanas José salía en busca de algo qué robar, regresaba con la pega y le daba al hermano para reconfortarlo.
En la pocilga donde vivían con los otros diez muchachos, José descubrió que abusaban de Ignacio y eso no lo soportaría. Suficiente habían aguantado con su padrastro.
Se fueron de ese horrible tugurio y se quedaron en el bosque. Pero Ignacio en la intemperie se puso peor, con fiebres y vómitos de color negro y un día, José no logró despertarlo y se quedó junto a él consumiendo los cuatro vasos de pega que había conseguido dos días antes.
José se sentía muy mal por la muerte de su hermano y le dio por no comer. Robaba, compraba pega y corría al bosque porque al tardar, los zopilotes y perros aprovechaban para arrancar y devorar una mano, un brazo o una pierna de su hermano.
Un día, José descubrió que había muerto.
Por muchos meses la pasamos alegre haciéndonos compañía, sin embargo una mujer lo estropeó todo. Vino a buscar una de las piezas que me había encargado.
Ignacio y José oyeron golpes en la puerta y me gritaron:
—¡No la dejés entrar!
Pero no hice caso.
Al ver los cráneos su expresión fue de espanto, pero la tranquilicé:
—Son Ignacio y José —le dije presentándolos.
Me denunció a la policía y desde hace dos años estoy en esta celda insistiendo en mi inocencia y padeciendo, porque me alejaron del bosque, de Ignacio y José.
Nostalguia del Bosque.
Dicen que maté a esos niños, pero juro que no.
Los cráneos encontrados en mi casa los descubrí en el bosque un día que recogía madera. Recuerdo que caía una llovizna leve, de esas que no empapan.
Me adentré en el bosque y fui a la colina en busca de pedazos de madera porque soy escultor y obtengo mi material de ramas caídas para cortarlas, tallarlas, pintarlas y vender figuras en el centro.
Iba con mi bolso en el que guardo el serrucho y de pronto, tropecé con un pequeño promontorio.
Bajé la vista y ahí estaban: dos cráneos semienterrados sin cabellos ni el resto de los huesos. Los recuperé y los miré largo rato, pensando qué hacer. Confieso, fue mala idea traerlos a la casa, pero no imaginé que a esos niños los habían matado porque ellos me contaron otra cosa.
Les quité la tierra y el lodo acumulado. Tenían mala dentadura, los cepillé y los acomodé en la mesa de noche. Me senté en el sillón y los observé. Cansado, los coloqué en la repisa y al día siguiente, ahí estaban.
Ya no estaba solo.
Al principio no hablaban pero se les quitó el susto de ser encontrados y de poco soltaron palabras. Uno se llama Ignacio y el otro José. Huyeron de su madre y se vinieron a la capital en donde se sentían felices de estar libres de maltratos.
Pero las malas amistades los arrastraron a los barrios más peligrosos y ahí conocieron a otros niños sin inocencia. Olieron pega y de tanto hacerlo, se les olvidaba comer y con los años no recordaban ni los nombres de sus padres.
Robaron en viviendas cercanas, los atraparon y les dieron palizas porque la Policía no podía detenerlos, sin embargo cada día se hacían más fuertes y experimentados. Corrían detrás de una mujer y zas, le quitaban la cartera o esperaban que sacaran el dinero y chas, se lo arrebataban o seguían a su víctima y pum, le daban de golpes, bangán, de patadas y le quitaban los zapatos, la camisa y los pantalones para cambiarlos por pegamento.
Fue Ignacio el que enfermó. Del ayuno estaba enflaquecido. No le quedaban fuerzas y José se esmeraba en cuidarlo. En las mañanas José salía en busca de algo qué robar, regresaba con la pega y le daba al hermano para reconfortarlo.
En la pocilga donde vivían con los otros diez muchachos, José descubrió que abusaban de Ignacio y eso no lo soportaría. Suficiente habían aguantado con su padrastro.
Se fueron de ese horrible tugurio y se quedaron en el bosque. Pero Ignacio en la intemperie se puso peor, con fiebres y vómitos de color negro y un día, José no logró despertarlo y se quedó junto a él consumiendo los cuatro vasos de pega que había conseguido dos días antes.
José se sentía muy mal por la muerte de su hermano y le dio por no comer. Robaba, compraba pega y corría al bosque porque al tardar, los zopilotes y perros aprovechaban para arrancar y devorar una mano, un brazo o una pierna de su hermano.
Un día, José descubrió que había muerto.
Por muchos meses la pasamos alegre haciéndonos compañía, sin embargo una mujer lo estropeó todo. Vino a buscar una de las piezas que me había encargado.
Ignacio y José oyeron golpes en la puerta y me gritaron:
—¡No la dejés entrar!
Pero no hice caso.
Al ver los cráneos su expresión fue de espanto, pero la tranquilicé:
—Son Ignacio y José —le dije presentándolos.
Me denunció a la policía y desde hace dos años estoy en esta celda insistiendo en mi inocencia y padeciendo, porque me alejaron del bosque, de Ignacio y José.
diciembre 10, 2014
Adios (I)
yo me acostaba, ella se acostaba conmigo
yo me dolía y ella dolía conmigo
a la par/ en silencio
me miraba desde las pestañas doradas y los ojos oscuros
yo no caminaba y ella lo hacía poco
pasaba horas a mi izquierda/ en silencio
yo comencé a caminar/ella seguía en silencio
me veía y sonrería
movía su cadera, su torso
me amaba y yo a ella/
nos amábamos
de repente
envejeció más rápido que yo
tenía 80
y eran tan rubia que no se notaban las canas
y era tan silente que no notaba lo vieja...
volvió a dormir conmigo, pero para dejarse cuidar
sin embargo/ yo había llegado tarde
no había manera de dar marcha atrás//
la envolví con mis colores
le acaricié la cabeza
lloramos cada con un margen de distancia
Fallecida el 14-12-2014
diciembre 05, 2014
Para la más pequeña, para la más amada
Algunos días tengo tanta prisa
de morir, no por pedacitos, ni en mensajes,
mucho menos en obituarios, o sentencias,
solo en lágrimas/
correr como esos cauces que se forman
de gotas mínimas a partir de los deshielos
o de las consecutivas de las hojas después de una noche
helada y en exceso tranquila.
Verte respirar dificultosa,
observar como explotan esos pequeños geiser de calostro café,
esperar quedita sin decirnos nada
comer sin plato o cuchara/
sabernos inevitablemente
preguntar cuanto tiempo
tener solo inútiles nadas.
No me gusta morir de a poco,
prefiero inundarme de una sola,
que se rasgue todo,
esto de ser paciente,
de esperar
ya ha sido suficiente
y realmente no hay humanidad en alguna en verte así.
de morir, no por pedacitos, ni en mensajes,
mucho menos en obituarios, o sentencias,
solo en lágrimas/
correr como esos cauces que se forman
de gotas mínimas a partir de los deshielos
o de las consecutivas de las hojas después de una noche
helada y en exceso tranquila.
Verte respirar dificultosa,
observar como explotan esos pequeños geiser de calostro café,
esperar quedita sin decirnos nada
comer sin plato o cuchara/
sabernos inevitablemente
preguntar cuanto tiempo
tener solo inútiles nadas.
No me gusta morir de a poco,
prefiero inundarme de una sola,
que se rasgue todo,
esto de ser paciente,
de esperar
ya ha sido suficiente
y realmente no hay humanidad en alguna en verte así.
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