llega a la estación, sube al tren,
parte, ella se encuentra en el sitio de salida,
la dejó.
llega a la estación, sube al tren,
parte, ella se encuentra otra vez en el sitio de salida.
dormir y despertar en el mismo lugar
solo que cada día desaparece algo,
al principio cosas pequeñas,
que si las flores de la macetera,
si los perros erizados por el sonido,
o el vendedor de periódicos y
el claxón de las motocicletas enanas.
cada vez, algo no está,
no encaja,
se echa de menos,
quizá deja un espacio algo ennegrecido,
lo que asusta es cuando desaparecen las personas
y ella sigue ahí, llegada tarde, aunque el tren no ha partido,
subida al tren, aunque despierta en el andén,
dice adiós,
agita la mano,
extraña,
no se va,
se muere y despierta en el mismo lugar.
las fórmulas han sido todas:
llegar de primera, dejarse llegar de última, controlar la ansiedad,
hacer camino de migajas de panes, perfumarse, leer a tolstoi,
usar audífonos, pensarse desapercibida, pagar los tiquetes en línea,
comprar asientos a diferente hora, dejar a los cuervos partir,
estar sobria, no abrir la boca, sonreír dignamente,
hacer ayuno, levantar las manos, fe, medallitas, hierbas de mercado...
ella está melancólica, lo sé,
pero es muy reina o muy niña,
no pertenece,
no corresponde,
no penélope,
no sísifo,
no pasos atrás,
no hay música o comparsa,
no hay frío más profundo,
no hay lluvia más aguja,
hay solo una opción:
tomar el tren