Hay días en que la fortuna siempre deja una aldaba abierta, como para recordar que por allí ronda una tensa calma.
A veces cuando la muerte se deja llegar, por que te acercas con la edad, se te mueven varias cosas por la cabeza, seguro más de las que me atreví a elegir. Es así como al dar el vistazo detrás de tu hombro, te das por enterado con recuento de daños, de escaleras, fosas y andamios, de asientos, de amaneceres y noches. Otras ocasiones te salta a la cabeza que ya no comerás sino serás comido, que te sumarás mortal al resto y solo pides que cuando esto se presente, no tener más que dormir y no despertar más.
Un poco de nostalgia podría dar, el reconocer que ya no te enterarás de las noticias del día, la alarma de los sucesos de la última hora no te llegarán, ni la caída o el aumento de la moneda, de la inflación que asfixia o del corte de abastecimiento de agua y quizá de energía; si el cambio climático se dio, si hubo un nuevo terremoto con sabor a antiguo, si encontraron una nueva especie. Ya no te molestará la cama, ni la luz, ni el dolor, ni el sonido.
A lo anterior le sumas que se cambiarán en principio las escapadas al cafetín, al bar de las esquinas lejanas, el bullicio de la calle, el corre y corre de la gente, los charcos casi ríos, las aceras mal encaradas, los perros de las tiendas. Así como el abrazo partido, el deseo no hallado, la sonrisa encontrada, el abrigo amigo, la charla con el hijo, el disgusto matutino, el ascensor con pinta de pocos amigos, el sol que seca hasta el cristal de los ojos…(sigue.)
Por otra parte, sino tuviera esa suerte de dormir, la muerte aparece empaquetada en presentaciones algo mustias: accidentes por docenas, escenas de pérdida de memoria, un cajón de enfermedades con nombres que nunca aprenderé a pronunciar que solo anuncian olvido, daño neurológico, sangre sin vida, cortes, infecciones, dolor visceral.
Tengo que reconocer que para mí el problema no es al menos la muerte, sino finalmente quedar vivo después de la partida del día de quienes fueron mis vivos. Si bien lo veo natural, parte de ese gesto de abrir espacio y camino a otros, como dar la batuta y decir seguro que lo harás mejor que yo, o más bien anda toma que hay oportunidad de seguir.
El quedar vivo, amando, queriendo, sabiendo que ahora realmente comenzaron las noches de las ausencias, el hueco abierto de la bala que perfora y no sana, puesto que lo que sucede es el aprendizaje a veces fallido de vivir sin el/la/los otros, que lo tomas como el espacio de memorias que se viven solas, como la nota irreversible, el nacimiento de años atrás que solo se da una vez, eso amigos míos es lo que te parte el alma, de arrebata en dolor y con suerte te da vida…
Hace unos meses atrás murió la hija de una amiga querida; ayer murió la madre de otra amiga, hace un año -en abril- una amiga salió de su casa a otro país y ya nunca más vió a su pareja viva; años atrás pudo haber sido vos o yo, ya no importa lo cierto y citando a un amigo: "no puedes hablar de hijos sino los has tenido", en mi caso, no puedes hablar de muerte sino la has tenido. Para serles honestos, por muchas cosas pienso que sí podemos al menos olfatear lo que significa, sino no entenderíamos lo que conlleva el arrullo que tiende a calmar.
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