Ha sido ahora en esta vejez, que me han enseñado el valor de no ser indiferente nunca más para alguien.
A veces, sin darse cuenta una, va perdiendo o recuperando la propia vida, pero esa vida de la cual una no es la propietaria, ya que se encuentra grabada en la memoria de los otros con quienes has vivido, conversado o cruzado.
Pasa que a veces pierdes de un batacazo un recuerdo, un espacio, un candor y hasta una forma de dolor, sea esto por la muerte de tu memoria o de aquel otro, por que pusiste tonelas de ladrillos encima, por que te llevaste caminos completos de distancia en otra dirección, o por que finalmente se olvidó.
Sin embargo, hay días en que se puede sentir que se va de la mano, sin resistencia por la línea de los recuerdos, atrapas entonces una burbuja de lo mucho que te sonrió, te creció, te entristeció, o solamente viviste hace 20, 15, 10 años atrás, pero lo rescatas de su espacio.
A veces pasa que en el presente se da una suerte de oportunidad, en la cual una persona te provoca el espacio para volver a respirar, es como si de pronto una parte de vos se hubiese quedado sin gota de oxígeno, casi en coma y de pronto saltas a la superficie con los pulmones completamente dilatados, comiendo a bocanadas la vida-es aire- estás otra vez viva.
Entonces afirmo, hay días en la vida que no sabes por que razón, ni cómo o para qué, vas de la mano con otra u otras personas, visitando y revisitando vida. Lamiéndote el placer como el gato se lame sus huellas, pasando tu vista y memoria como el mismo gato que se peina en el espacio donde decidió hoy que dormirá y entonces agarrada de esa mano ves nuevamente de otro modo el mundo.
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