Hoy llevo un saco de sentimientos cruzados que le pusieron una cereza añeja al pastel recien llegado pero esperado de hace meses atrás.
Tan extenso como la noche y más que esta, el día debería ser una noche de verano en un país de cuatro estaciones y tan cerca de las "auroras boreales" como el cielo cuando toca con las pestañas al firmamento terrestre.
El día podría ser la sumatoria de intentos, sin que sean malos o buenos pero al menos de esfuerzos justos y realizados, nacidos y continuados, muertos y enterrados, que vayan a lo largo del aire como las esporas de esas flores blancas que soplas al espacio abierto.
El día podría ser la resta de acciones que van por el camino sin justificar, pero sí sumando cosas en la bolsa de papel asedada, en el cual acumulas tonterías que probablemente se quemarán solas como el último respiro de un cigarrillo, o bien por que ya pasaron su tiempo.
El día podría ser no necesariamente el sentimiento eufórico de adrenalina perlada y brillante, ni la depresión infinita de pensar o sentir que ya no hay más...
Quizá lo único que necesite el día para poder ser, es que le permitan ser, es dejar que marche a su ritmo, en su rumbo y tumbo, sin que cada esquina esté matizada de un plan fraguado, de una incertidumbre, de una noticia, una decisión, una cuenta pendiente, un recibo a pagar, un impuesto olvidado, una ojeada de ansiedad, quizá solo necesita que una mano abra paso a la voluntad de permitir alguna vez que el día nazca solo y crezca vivo.
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