Horacio Quiroga –cuya vida es más fuerte que sus propios libros y quien ha leído sus textos pues saben a lo que me refiero- , Juana de Ibarborou , Juan Carlos Onetti, Mario Benedetti, Eduardo Galeano, Cristina Peri Rossi se han ido calando desde Uruguay a mi vida. Cuando los fui encontrando uno a uno y en desbandada, me fui sintiendo de alguna manera mujer uruguaya, quise su patria, busqué sus vidas, quise conocer su tierra, su exilio, su calma y su mar…
Me gustaría alguna vez sentarme a charlar con ellos, sean vivos, sean muertos. Así como estamparle un beso a uno de mis poetas favoritos, contarle que con él comencé a querer diferente y así con cada uno hilar historias de las que me parecen entrañables…
Hoy comienzo con dos de ellos, vamos con uno de los mayores cuentistas de latinoamérica, un loco, un grande. Horacio Quiroga. El Hijo y otros cuentos es uno de mis libros favoritos, lo he comprado, regalado, perdido, comprado otra vez. Les copio Los desterrados.
"El hombre y su machete acababan de limpiar la quinta calle del bananal. Faltábanles aún dos calles; pero como en éstas abundaban las chircas y malvas silvestres, la tarea que tenían por delante era muy poca cosa. El hombre echó, en consecuencia, una mirada satisfecha a los arbustos rozados y cruzó el alambrado para tenderse un rato en la gramilla. Mas al bajar el alambre de púa y pasar el cuerpo, su pie izquierdo resbaló sobre un trozo de corteza desprendida del poste, a tiempo que el machete se le escapaba de la mano. Mientras caía, el hombre tuvo la impresión sumamente lejana de no ver el machete de plano en el suelo. Ya estaba tendido en la gramilla, acostado sobre el lado derecho, tal como él quería. La boca, que acababa deabrírsele en toda su extensión, acababa también de cerrarse. Estaba como hubiera deseado estar, las rodillas dobladas y la mano izquierda sobre el pecho. Sólo que tras el antebrazo, e inmediatamente por debajo del cinto, surgían de su camisa el puño y la mitad de la hoja del machete, pero el resto no se veía. El hombre intentó mover la cabeza en vano. Echó una mirada de reojo a la empuñadura del machete, húmeda aún del sudor de su mano. Apreció mentalmente la extensión y la trayectoria del machete dentro de su vientre, y adquirió fría, matemática e inexorable, la seguridad de que acababa de llegar al término de su existencia."
Por el otro lado y con otro sabor a la señora Juana de Ibarbourou
Noche de lluvia
"Llueve... espera, no duermas.
Estate atento a lo que dice el viento,
y a lo que dice el agua que golpea
con sus dedos menudos en los vidrios.
Todo mi corazón se vuelve oídos
para escuchar a la hechizada hermana
que ha dormido en el cielo,
que ha visto el sol de cerca,
y baja ahora elástica y alegre de la mano del viento,
igual que una viajera que torna
de un país de maravilla.
Cómo estará de alegre el trigo, amante(...)
Espera, no te duermas.
Escuchemos el ritmo de la lluvia.
Apoya entre mis senos tu frente taciturna"
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