Me pican las manos, he estado tentada a escribir, pero también me propuse este mes tratar de "guindar" solamente cosas de otros, cosas que en lo personal me parecen "grandes" en su contenido o forma. Gente que piensa, escribe o siente de manera particular.
Va la primera publicación, claro a mi amigo no le he pedido permiso de autor o le pagaré por esto. Sin embargo está el atenuante que él escribe correos en "masa" y nos abre a todos camino sobre lo mismo, con lo cual podría pensar que también puedo compartir esto de manera abierta..."Hola a todos
Si en Tailandia y en Laos te sientes como Ulises atado al palo mayor intentado no escuchar el canto de las sirenas, la India es como una buena patada de Chuck Norris en todas las pelotas: desagradable y dolorosa, sin contemplaciones.
Es el último lugar del mundo que recomendaría para quince días de turismo tranquilo y, sin embargo, para el cooperante con ganas fustigarse un poco la espalada esto es Disneylandia. Aquí se pueden disfrutar prácticamente todos los problemas de un país subdesarrollado, e incluso tiene algunos que son exclusivos. Su peculiaridad es precisamente la habilidad para sobrevivir impertérrita ante tanta penuria.... Algunas regiones incluso se las han apañado para cerrar los ojos, taparse los oídos y crecer a un ritmo del 8% anual.
Los agricultores se suicidan por las reformas económicas del FMI, los niños también; los musulmanes y los hindúes están a palos; el Tsunami arrasó el sur, océanos de basura cercan las ciudades; el trabajo infantil crece, los fetocidios femeninos también..., y el sistema de castas, la esclavitud, la corrupción, el clasismo inglés y la moral victoriana, la contaminación, los franceses en general, los vegetarianos ...
Lo único que no tienen todavía son maras y, en general, inseguridad ciudadana. Gandhi les enseñó a tomarse las cosas con calma.
Delhi es una ciudad pobre, superpoblada y contaminada, pero sobre todo, sucia. Dicen que es por el Hinduísmo. Los hindúes viven enamorados de su alma y del ultra mundo. La realidad, sobre todo el concepto de lo público, se la pela. Es la antítesis de Escandinavia. Menos del 1 % de la población se digna a pagar impuestos directos.
Los edificios se caen a cachos. La televisión pública y otras instituciones se esconden en pisos viejos de madera, a veces sin ascensor. A mi compañero holandés se le perdió la cartera y fuimos a denunciarlo. La Comisaría podría haber sido perfectamente el escenario de “Delicatessen”: dentro, las paredes desconchadas, luz natural, y ni un sólo ordenador. Sobre una pizarra y escrito en tiza, se mostraba una tabla con la evolución del crimen en el barrio. La suma, “17 crímenes menos en 2006”.
Junto a nosotros, en la mesa de al lado, 5 policías estudiaban absortos una cartulina, con el mismo interés con el que te volcabas sobre el libro de texto en el colegio. “Al primero que levante la cabeza le enchufan el marrón de los turistas”. Uno, que para eso viaja, reconoce a su propia raza, así que insistí un poco y nos llevaron ante el inspector jefe, que también estaba en pleno trance en la oficina de al lado. No le quedaban formularios, que mejor lo escribíamos a mano, así, “sobre este papel de cuadritos que me acabo de encontrar, da igual que esté un poco arrugado”. Su secretario no acababa de encontrar un sello, así que nos trajeron un par de cubatas. Mientras, nos avasallaba a preguntas, fascinado por los toros y el sistema de diques holandés. Una hora más tarde, salíamos de la comisaría pellizcándonos, con el papelito sellado y un nuevo amigo.
Y eso era una zona residencial. Conforme te alejas del centro de Delhi, se va formando un denso morteruelo de basura, niños desnudos, monos, leprosos, perros famélicos, mendigos tullidos, vacas sagradas y gorrinos, todos revueltos, todos escarbando entre el metro de mierda que los separa del suelo firme. Cuando viajas en coche, y te da por parar, primero vienen los monos, a los que se supone que tienes que sacarles una foto, y luego el dueño, a insistir. Tanto si le das como si no, se empiezan a amontonar gente y animales en torno al coche. Por momentos te ves dentro de una peli de zombis, y casi gritas ¡Arranca!!!
La segunda parada del viaje fue el Desierto de Rajhastan. 12 horas en un tren sacado de la película “Gandhi”. Incluso diría yo que ha acumulado bastante mierda desde entonces. La manta que nos dieron tenía más biodiversidad que Tortuguero, y eso lleva su tiempo.
Ya en la estación, tienes que pasar de puntillas para no pisar a nadie. La gente duerme apelotonada sobre los andenes, hambrientos y tranquilos, acostumbrados a los retrasos de los trenes.
Nada más bajarse en la estación de Rajhastán, te das de bruces con un camello y un viejo guardia en los huesos, comiendp en el suelo con la mirada perdida. A su lado, la lanza y el turbante, también en posición de descanso, completan la caricatura de Buckinham Palace. Detrás del camello está el desierto y, como en otros desiertos, la vida es bastante jodida. Quizás lo que más llama la atención es la mirada de las mujeres, humillada y aterrada, y ahora que lo pienso otras cuarenta putadas, pero paso de pasarme tres párrafos contando penas.
También ha tenido su lado bueno. Los indios tienen dos pasiones: el críquet y el cine. Es una locura. Desde hace 40 años, en el sur del país no ha habido un sólo gobernador que no haya sido actor o director de cine. Los niños pueden mantener una conversación normal sólo citando diálogos de películas (en España conozco alguna que otra que también puede, como mis hermanas, pero son consideradas frikies, de hecho pocas veces lo hacen en público). La gente es muy expresiva y directa. Y me ha venido bien, ya estaba cansado de las sutilezas orientales. Aquí te gritas con el taxista por 5 céntimos, y luego todos tan amigos. Además, se come de puta madre, en los sitios caros, en los baratos, y en el suelo. Lo que no decían en Indiana Jones cuando la rubia no quería tragarse la comidita del poblado es que, como todo el mundo sabe, las rubias americanas son tontas y no saben apreciar nada que no sea una hamburguesa.
La comida es un ritual gozoso. Primero hundes los dedos de la mano derecha en el arroz y lo empapas en cualquiera de los 8 tipos distintos de salsas. Luego remueves, juegas con los dedos, ansioso. Empiezas por las más picantes, y poco a poco vas pasando al salado y luego al dulce. La mezcla es deliciosa. Como os podéis imaginar, en estas situaciones estoy en mi salsa. Todo está basado en el principio sagrado de que cualquier alimento que no se coma con la mano derecha no es digno de ser comido. No dejaban de asombrarse de mi rápida adaptación.
Se supone que la izquierda es para limpiarse el culo, porque no hay papel higiénico. Parece fácil, pero me gustaría veros en la situación. Al cuarto día y con dos cervezas, es imposible acordarte de con qué mano has hecho qué cosa. De hecho ya estoy dudando cual era la mano del principio sagrado.
Lo único que todavía me cuesta es sentarme en plan “flor de loto” durante horas. Pasado un ratito, el dolor de culo es insoportable. Dios no me hizo para eso.
En cuanto al curro se refiere, han sido dos semanas a saco, sin repetir hotel ni una sóla noche. 4 ó 5 entrevistas al día, muchas horas de carretera, tren, y en general, una experiencia cojonuda. En este viaje me han acompañado dos auténticos cracks: Sriram, un investigador local, y Kees, un experto holandés en televisión educativa. Sriram es la revirgen Santísima. El sólito ha montado un programa de mentores para ayudar a sacar a niñ@s de la prostitución y de los basureros. En 3 años ya son miles de niños. Al mismo tiempo produce películas escritas por los chavales. Son incómodas y muy provocativas. Luego las exhibe en las barriadas y basureros y comunidades de la zona. Si os interesa, se pueden ver en www.nalandaway.org
Entre otras cosas, con su ayuda creo que podemos mostrar cómo algunas organizaciones (Unisfinteres varios) han perdido un poco el rumbo con tanto rollo de la participación infantil. Utilizan a los niños más para recaudar fondos para sí mismos que para crear un impacto en la población: en resumidas cuentas, cogen al niño, le enseñan a hacer películas, el niño filma el basurero, la gente se queda patidifusa porque no ha visto algo así en su vida, se llevan al niño a forums internacionales, el niño gana premios, palmaditas en la espalda y el jurado aplaude el “dolor que rezuma” el documental y todos a hacerse la foto. Luego el festival termina, el jurado a su casa y el niño de vuelta al dolor del basurero, a intentar encajar en un mundo que ya no puede aceptar.
Estoy sistematizado el proceso, y creo que les va a escocer un rato. No sé si estoy siendo muy constructivo, pero ¡Ay rediossss, cómo me gusta tocar las pelotas!
Bueno, vamos terminando. Antes de volverme a Sri Lanka, me tomé un día para ir a ver el Taj Majal, la primera maravilla del mundo. Y bueno, pues muy bonito, muy currado, pero un edificio al fin y al cabo. Te quedas más flipado con las dantescas cuatro horas de carretera entre Delhi y Agra.
Ya estoy de vuelta en Colombo. Ayer los militares me despertaron a las 4 de la mañana. “Inspección rutinaria, los papeles”. En éstas vuelvo a la habitación y ¡Oh pesadilla hecha realidad!, No encuentro el pasaporte. A la media hora, los señores de verde se cansaron de esperarme y se largaron, quizás por ser blanco e inofensivo, quizás por pereza. Un vecino lo encontró a la mañana siguiente. Se me había caído por el camino.Antes de reíros, quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra.
El domingo que viene voy a Bangladesh, mi último destino. Dos semanas allí, una o dos semanas de encierro para escribir, y de vuelta a casa. (Calculo que a mediados de octubre). Tengo la garganta seca y con muchas ganas de ponerla a remojo, así que intentaré que sea antes.
Un abrazo,"
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