No enciendo candelas a santos, a dioses por algún tipo de devoción. Por lo tanto, tampoco enciendo velas contra o a favor de “vibras”, o entorno a la armonía de alguna parte de la naturaleza o por solamente invocar al sol.
No hago diferencia, si son de algún lugar sagrado o solo son simple parafina, cera o sebo coloreado. No tengo la más remota idea si las que tengo en mis manos son de carácter mágico o portadoras de alguna noticia que no necesito saber.
Las velas quizá solo sean una mecha cualquiera que "prensada" en un pedazo de combustible enciende por lo alto en busca de otro lugar, será quizá la forma de encontrar calor aquellos días donde solo está el espacio, el aire cargado de oxígeno y yo.
Es la llama flotadora de la provocación, el lumen en el espacio oscuro de la habitación que se mueve revoltoso e insurrecto llamando a un punto de atención. Son el faro al voltear la cabeza hacia el abierto de la noche, unos ojos por lumen cuando no encuentro ás en el mar de personas, son la bandera en el asta más alta recordando lo difícil que es apagar la voluntad personal.
Es la llama flotadora de la provocación, el lumen en el espacio oscuro de la habitación que se mueve revoltoso e insurrecto llamando a un punto de atención. Son el faro al voltear la cabeza hacia el abierto de la noche, unos ojos por lumen cuando no encuentro ás en el mar de personas, son la bandera en el asta más alta recordando lo difícil que es apagar la voluntad personal.
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