Estos días de sol son medicinales, sobretodo si son intensos en luz y calor, viniendo acompañados de un poco de brisa. Quizá sea por la vitamina D, o porque además se respira ese aire seco que permite llenar bien los bronquios durante el tiempo en que las cosas se mecen levemente, incluyendo las cometas.
Estoy tirada en la cama, con poca ropa, las cortinas abiertas de par en par, casi las dos de la tarde en el reloj, los ojos cerrados, quizá algo dormida, el viento empuja de allá hacia acá al guindajo cerca de mi ventana, mismo que lleva todo el día musicalizando, y eso, tranquiliza de alguna manera.
Venía por la calle lamiendo mis patas como gato. No los bigotes por las entrañas llenas de buena comida, sino porque quizá fue el borde de uno de esos días donde un solo movimiento hace cuestionarte de todo, poner en la mesa de frente muchas cosas revueltas y encontrarte ante decisiones próximas a ser rotundas.
Me detuve entonces en una panadería, la que no suelo visitar con excepción de algunos sábados si paso cerca. Ordené lo pensado: tres bizcochos y dos galletas, no más. Pagué a la cajera. Regresé donde había solicitado las cosas y el chico, joven, desaliñado para una panadería -según yo-, risueño y distraído me dio cuatro bizcochos y cuatro galletas.
Al principio creí que había contado mal y luego al ver las galletas le dije -Pero si me estás dando más- Me guiñó el ojo y dijo -queremos irnos a casa y así se vende más rápido-. Se sonrió, extendió la bolsa y dijo acéptelas. No me pregunté si era correcto o no, sonreí, acepté las cosas y me fui.
Puse un pie en la calle y saltaron tres imágenes: una situación similar en la patagonia argentina, una panadería a medianoche donde un muchacho me dio un churro a pesar de que no me alcanzaba para pagarle; segundo me sentí regalada y tercero me dio ganas de devolverle el gesto a la siguiente persona que encontrara.
Me dolían las rodillas ciertamente - las caídas raspan- también el resto de la existencia. Sin embargo, debo reconocer que algo cambió.
Hay pocas cosas a las que retorno tan sedienta como a la literatura, o los sitios lejos de la gente, la música, la cama con sueño o el azúcar cada ciertos días. Hoy regresé a Jorge Debravo, por múltiples motivos, no hablaré de ellos, no diré que tiene que ver que son 18 meses (madura edad), ni el equivalente a tres embarazos o bien la matusalénica edad de más de mil años de escritos, ni que es uno de los primeros que te mostré o que leí para vos. No hablaré de ninguna de estas tonterías nuestras. Es Debravo, porque no podría ser otro más en este martes.
Cuando estemos de nuevo con nosotros
"Cuando estemos de nuevo con nosotros contándonos los gestos, cuando estemos hablando de las gentes a quienes más queremos, quédate, por favor, mirando el surco que dejan tus dos ojos en mis huesos.
Y dame lo que puedas de tu alma, lo que no necesites de tu afecto, lo que logres sacar sin sacrificio de tu casa de sueños.
Yo tomaré, de fiesta, lo que quieras, aunque sea el milagrillo más pequeño. No es que yo sea mendigo, es que cualquier amor es amor bueno."
No basta con cerrar los ojos cuando a una se le parte algo por dentro, ni pretender lo mismo mordiéndose el nudillo, pues aún con tiempo con hierbas curativas, abiertas la puerta de las dudas adquiere todo un sabor de llegado tarde, aunque recién inicie la primavera.
Había dejado en el bote de atrás a Jaime Sabines, pero por estos días buscando tu nombre, poema que se fue a buscar a su receptor, me tropecé con lo que copio a continuación, lo traigo a colación, pues para variar en la naturaleza humana y en el huerto de la vida, hay turbulencias agitando piedras y vientos tirando polvo sobre las aguas.
Además, hoy no tengo tampoco ganas de berrear acerca de esta ciudad. Ya fue suficiente: "Déjame reposar, aflojar los músculos del corazón y poner a dormitar el alma para poder hablar, para poder recordar estos días, los más largos del tiempo. Convalecemos de la angustia apenas y estamos débiles, asustadizos, despertando dos o tres veces de nuestro escaso sueño para verte en la noche y saber que respiras. Necesitamos despertar para estar más despiertos..."
"Porque se tiene conciencia de la inutilidad de tantas cosas
a veces uno se sienta tranquilamente a la sombra de un árbol en verano y se calla" Preámbulo de un silencio, Ángel González
Es una película que siempre me conmueve, a pesar de que la primera vez fue quizá 7 años atrás, asumo que está relacionado con el arte de dibujar imágenes, colores, música y sonidos en especial, además de danza en luchas, actitud y palabras con tinta (yo que cuando joven no toleraba las películas chinas, me detengo con Yimou) ¿Qué mas derroche de cosas podría decir hoy?
Reconozco que fue la forma de bordar esa cinta, quizá con cariño profundo, donde siempre hay una ventana, esa mirada en otra dirección (todas diferentes), bebida y vuelta a beber de principio a fin.
Me gustan las ventanas, sobretodo en época seca, cuando no hay nubes en el cielo sea de día o de noche, así se pone el ambiente como diáfano, pareciera que todas las cosas recuperan por un tiempo su olor natural antes de terminar secándose, o bien ahogándose por la lluvia que invade muy constantemente este lugar.
Me preguntas por qué miro la ciudad así, de fea. No lo sé, desconozco la razón y el motivo. Hoy lo pensaba que, quizá todos los seres vivos quisieran huir de esto. Es decir, del olor de la basura, el hollín, las esquinas hacinadas, la gente atopellada. Es cierto lo que digo. Si hasta vi las cucarachas correr en huida por los bordes de las aceras recién barridas. No es un sueño, puedo asegurarlo.
"Aún después de haberme civilizado,
soy ese terco animal que hace de sus ojos una ventana rota"
Rocío L'amar
Durante varias veces antes, después, así como hoy han habido ocasiones donde un solo movimiento de mano, una situación cualquiera, la mirada directa de ojo a ojo, el estornudo ante el fuerte olor que pasa, el pecho que explotó hacia las rodillas, fueron en la pieza que faltaba. Es como si repitieras los primeros capítulos de la Inmortalidad de Kundera; es construir el significado de la misma acción repetida en cientos de ocasiones y años, pero es nueva al ser de uno y otro.
Si pudiera explicar lo anterior, sería algo así como Oliverio Girondo con sus ideas de emisores y receptores activos, es la dinámica de los cuerpos. Intento:
lame (se lamen, lamen)
huele (se huelen, huelen)
sueña (se sueñan, sueñan)
oye (se oyen, oyen)
devora (se devoran, devoran)
ríe (se ríen, ríen)
sorpresa (se sorprenden, sorprenden)
teme (se temen, temen)
busca (se buscan, buscan)
copula (se copulan, copulan)
viven: uno vuelve la vida buscando al otro.
Dicen por ahí que es el arte de doblar el papel para crear figuras, se trata no solo de retorcer trozos, sino y según quienes conocen, de revelar secretos cuando todavía el material no ha iniciado su transformación.
Por afición, como peatón en una banca, en el asiento del auto cuando voy de pasajero, miro hacia la parte alta de mi ciudad enana. Yo doblo y desdoblo esquinas, anuncios, personas. Aseguro que borraría unas cosas por aquí y otras por allá, tal como los cables, los basureros raídos, el color sin color de los edificios. Disfruto el juego.
Sin embargo, hace días que no veo belleza en ella. Están los mismos edificios, es más quizá hayan nuevos, pero mis ojos no pueden ver belleza y tampoco las "nuevas figuras". Lo noto, cuando busco con los ojos.
Al cruzar la calle, dar un paso con la izquierda, flexionar el torso en la misma dirección un halón me recuerda que no hay tal agilidad.
Ciertos días, la pesadez que hala la mitad de la espalda como pegamento de tensión, el adormecimiento de 3 de 5, la punzada, el calambre, la "insensibilidad", me recuerdan anuncios viejos, noticias del día con tufillo de años.
¿Por qué suceden justo ese instante? No aprendo y hago siempre la misma pregunta.
Solo es cuestión de precaución, es verdad. Sin embargo, hay días que no vale de nada, ni el estar de pie, ni dormida o sentada, ni al estar amando o yaciendo, solo se abalanza a decir presente.
En ocasiones, le dejo una leve sonrisa, un vistazo de chequeo, una palmadita diciendo "tranquilo". Otros días, (porque siempre hay una doble cara en cada moneda), cuando la fuerza es superior a mi ánimo y voluntad, me revuelca como una ola pasajera, ignorante del daño y con toda su consecuencia.
"En Occidente, el más poderoso aliado de la belleza fue siempre la luz; en la estética tradicional japonesa lo esencial está en captar el enigma de la sombra. Lo bello no es la sustancia en sí sino un juego de claroscuros producido por la yuxtaposición de las diferentes sustancias que van formando el juego sutil de las modulaciones de la sombra." Tanizaki, El elogio de la sombra (un libro nuevo que llegó a las manos de esta hoy)
En psicología se dice que hay eventos en la vida de las personas que mueven sus límites. Generalmente traumas o situaciones que le llevan más allá de lo antes vivido. De alguna manera, estos son la pista por donde nos movemos, sea hacia arriba, abajo, o en medio, teniendo además su frecuencia y tonalidad.
Podríamos decir que entrar a etapas nuevas de vida nos hace mover los hitos. Aunque esto no siempre ocurre en todos los casos. Es así como hay situaciones determinantes: la muerte, el nacimiento, la sobrevivencia, por mencionar unas. Estas en sí mismas y dependiendo de "que tan bien los lleves" serán los bordes del correr vida por un tiempo.
¿Qué sucede con la nueva vida? ¿Las nuevas personas? ¿Los nuevos naúfragos de tu dicha y desdicha? ¿Qué sucede con esos ojos nuevos por más usados que los tengas? ¿Cómo se ve el viejo pellejo y el ansia limpia ante la vida? ¿Qué sucede con nosotros al darnos cuenta que le preguntamos al espejo del país de la maravillas y contesta lo mismo que vos? Es decir a ambos lados se quiere lo mismo ¿No se crispa acaso la piel?.