Cuando preguntaba ¿qué otra cosa puedo hacer? la respuesta fue sencilla y obvia: seguir. Hacia esa dirección me dirijo, con ganas de dormir y recuperarme, con deseos de leer a otros, eso me recordó la Soledad de los números primos, pues a veces lo que queda es seguir aunque sea sin los otros.
Cambiando de aires y para los que están lejos del centro de América bonita, creo saben que hace dos días hubo un terremoto en Haití de 7.2 grados escala Richter, calculando casi 3 millones de personas afectadas.
La que fue la isla más rica de la colonia española, la primera independiente, es hoy el país más pobre de Latinoamérica, con su gente durmiendo en la miseria unida a un estado más que profundo de desolación pues el terremoto dejó poco en pie. Los alimentos que escasean siempre ahora no están, problemas de sanidad, de aguas, de dolor. A eso se sumará la repetición de la historia del atropello de la ayuda humanitaria la cual llegará por doquier y que poco se sabe lo que se mantendrá apoyando a lo largo del año...
Esa foto, esas imágenes que también he visto a lo largo de los días, me llevó a recordar los coolies", a esas personas que en el Asia Central, en la India y la China se les llama de manera despectiva y quienes son los habitantes de la casta más baja, llámese obreros no calificados (por cierto algunos migrados en condición de esclavitud a la Cuba), los que no tienen identidad.
Coolie se llama el libro escrito en 1936 por Mulk Raj Anand que la dureza de este, la que recuerda que todos los días pasamos cientos de personas por alto. Cierro el post con el fragmento de uno de mis sitios de siempre "el poder de la palabra" "Las flores se abren en las manos de la bailarina y los pájaros salen volando de las yemas de los dedos; el cuerpo se balancea, unas veces con orgullo y otras con devoción y cada músculo del rostro se transforma, los ojos se mueven en lisonjas o desdén y las cejas expresan horror o recelo, aunque todo el rostro expresa sensaciones diferentes y, a menudo, contrarias, todo al mismo tiempo."
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