“Existe
 gente que sueña y se queda quieta, y
 gente que sueña y hace realidad lo
 que sueña, o lo intenta. 
Eso es todo... Luego, la vida hace girar su 
ruleta rusa. 
Nadie es responsable de nada.”
 Arturo Pérez-Reverte
Cuando
 era pequeña habían unos sitios pequeños llamados pulperías y no son 
como las de ahora, todo era menudeo de verdad, desde una goma amarilla de mascar procedente del recipiente de vidrio gigante, hasta el 
pan cuya medida pasaba por media mano o una mano entera (10 bonetes pegados) envuelto en 
un pedazo de papel, que de paso eran un majar con mantequilla y mermelada.
Esos lugarcitos se fueron modernizando y los 
recipientes de dulces cambiaron a cuadrados estantes verticales de madera con vidrio dónde se colocaban
 cual caleidoscopio inimaginable todos los dulces y de vez en cuando alguna cucarachilla. Eso dio paso a los teléfonos para quienes no tenían en su casa, bien se recibían mensajes y los dulces en forma de sorpresas con un polvillo dulcete, o marcianos y bien caramelos empacados, o leche en caja. Allí habían sacos de productos dónde comprabas 1/4, 1/2, o
 kilo completo e incluso según quien vendiera le preguntaban cuanto dinero tenías y eso te daban. Las pulperías comenzaron y continuaron a llenarse de objetos "chiquititos" como los 
ticos, paquetes de "shampoo", fritos vacíos con calcomanías, sopas para 
dos personas, minibarras de mantequilla, leches de medio litro, como claras representantes del vaivén de la economía, del cambio de la 
sociedad, el poder del menudeo, de hacer el menú día a día porque no 
alcanza para más, del grupo social al que pertenecías.
Dentro de mi 
limitada comprensión infantil no notaba que ese centro de operaciones y
 social no solo era el sitio obligatorio cuando algo hacía falta en la 
casa, sino también la máxima demostración democrática de que para todos 
había posibilidad. Usted no tiene para comprar un bote de shampoo, bueno un 
sobre de champú sedoso podrá; no puede el paquete de dos kilos de arroz,
 bien medio kilo puede llevar. En resumen, había para todos, desde las noticias de quien se enteraba de todo, hasta los primeros acercamientos a los cigarrillos, alguna fruta o verdura, servicio de fiado lo que se llama ahora crédito, y con suerte una banca donde sentarse, estas últimas desaparecieron por falta de espacio.
Hoy, cada 100 metros en algunos lugares, (nosotros los ticos usamos los metros con una inexactitud encantadora), aparece un micropuesto, ya no de abarrotes, sino de lotería, allí hay esperanza que si bien no saldrás de
 pobre, al invertir una módica suma te pagarán entre 80 a 90 veces lo 
que colocaste, y podría darte un respiro el día más asfixiante. La cosa no acaba ahí, la suerte se la echan varias veces al 
día, sino le basta, además de la irregular o "legal" nacional, 
también te ofrecerán la opción de lotería internacional de cualquier 
país vecino. Asumo que todos tendremos suposiciones unas más científicas
 que otras de las motivaciones, tendencias, y razones que mueven 
pequeñas hordas a dejar recursos ante una ventana que le promete un 
premio. Un golpe de suerte, una "platica" para resolver un problema 
inmediato, sin siquiera saber si es confiable el lugar, o que importa si tiene o no patente, no hay certeza cómo funciona el gane, casi un acto de fe loterística, de lectura de cábalas al cabecear en el autobús por sueño, o encontrar un número escrito en una nube. Lo que vale es el acto de ignorar la probabilidad y eliminar una ansiedad , creyendo que hoy mi suerte; que suele ser oscura, cambiará. En estas "nuevas" pulperías la democracia y  la esperanza tiene un monto, el que usted pueda pagar.
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