Algunas personas saben
que, al iniciar mi universidad, comencé estudiando la carrera de Historia, un universo,
algunos se burlaban con la frase "¿para qué leer sobre el pasado si ya se
fue?
En ese proceso
una de las primeras cosas que aprendí no fue que esta es escrita por el
discurso oficial del momento o del más poderoso, o de lo fundamental de la epistemología
para esta rama; sino que es cíclica en características, aunque cambien las
personas y los tiempos. Así como que los lazos vienen del pasado construido en
el presente. Nada novedoso, verdad, pero lo es, porque en las raíces están
elementos de lo que nos constituye y en lo que construimos.
¿Por qué digo
esto?, pues este es mi segunda publicación del año y no pensé que versaría
sobre algo que es devastador: el rápido, silencioso, invisible y continuo
sonido de la muerte. Esa muerte que no se obvia porque está en un campo de
refugiados o trata sobre un país que le es lejano o con un nombre
impronunciable a veces. Sí, hablo del COVID-19. Eso que a algunos llevó a
"encerrarse" a regañadientes, a salir a hurtadillas, a vaciar
estantes o lo peor: hacer que se encontraran con ellos mismos y su entorno.
El virus, que se
comporta “excepcionalmente” como su naturaleza y el cual apenas estamos
conociendo, obliga a poner una capa de polvo más que tóxico sobre los muertos
sin importar su oficio o profesión; esto no deja de recordar esas
"letras" de los libros de historia que hablan de pestes, de cosas
purulentas, y gente muriendo en medio de sahumerios o abandonados.
Sobreviviremos a
esto, ¡claro que sí! sino, ya no importará lo que lloremos, escribamos,
esperemos. Lo que probablemente suceda es que al final de la crisis tendremos a
alguien conocido que adquirió ese virus, a alguno que la pasa o pasó mal por
esto: así como al final de un día menos pensado, “nos reiremos y servirá para
los anales de quienes escriban la historia epidemiológica mundial”. Llegará un
día en donde quizá lo olvidemos o lo mandaremos a la parte más alejada de
la memoria, para que también se empolve, riéndonos así de manera hilarante e
inconsciente. Mientras ese día llega, hay un presente, este de “la noticia en
desarrollo”, donde las personas (lo que me incluye) reorganizan su normalidad,
debido a que se necesita una piedra de seguridad, una rutina, una certeza
intocable algo así como un acto de fe.
Este presente,
este hoy nos deja a todos líneas para un posibles análisis sociológicos,
antropológicos, sicológicos, económicos y más. Será en la medida en que se
retorne a “la tal normalidad” que sabremos si se superó esta oleada agresiva de
paso silencioso.
Mientras tanto,
barajo algunas cosas:
-el uso
intoxicante de información, sea para reír, llorar, sensibilizarse,
disgustarse con otros porque a diferencia de vos, no cumplen con lo solicitado.
Quizá se han agotado el tiempo de las series en las formas disponibles (quizá
no hay tantas para tu gusto), del cine, de la virtualidad, instalando y
desinstalando aplicaciones.
-el poder de
la censura social: la vida de las imágenes, de lo colocado en el universo
virtual, el temor de colocar algo más que no sea inspirador o que no trate del
momento, o bien la carencia de material que aporte, que no solo pasa por la
empatía, sino por la fuerza de la realidad.
-posibilidad
de volver a encontrarnos, ¿con quienes? no lo sé, quizá con Ud mismo, con
su familia, aunque fuera una planta. de la importancia de las redes de apoyo,
sean amigos, familia, compañeros de edificio que se juntan para en la distancia
tejer el día que se vive en “ese cautiverio” que le rescata a usted de la
muerte.
- el poder
del silencio e incluso de la soledad, a lo que tanto le teme esta sociedad
postmoderna; de no escuchar nada más que los sonidos de su respiración, de
algún animal o uno que otro auto, eso que quizá pedía su cuerpo a gritos (si
usted no lo sabía); eso que hasta la naturaleza agradece.
-sus
compulsiones y ansiedades, las que quizá pensó no tenia, que le llevan a
repasar noticias, revisar redes, comprar de más por el apocalipsis del
supermercado o la tienda.
- el cierre histórico de fronteras políticas y familiares, como la medida más cuerda de contención, ante
el acecho de lo invisible: no hay muro, muralla que prepare para la
incertidumbre y la ansiedad de quien enfrenta esta situación, sobretodo en
mundo occidental donde priva lo visual.
-la dependencia,
interdependencia, interconexión y fragilidad, de las personas, de la
economía doméstica, que se desata ante la compra compulsiva; de quienes ven la
posibilidad de un nuevo negocio a partir de la muerte (nada nuevo, verdad); la
vulnerabilidad de los pequeños, que sin ese esfuerzo día a día se
empobrecen más, porque se endeudan aunque le lleguen ecos de promesas que habrá
inyección de capital, de los que miden si llegarán a fin de semana ya que su casero
también debe comer, y el banco que le prestó al casero y el servicio municipal
que le otorgó las patentes de funcionamiento; así como el vendedor
informal a la entrada de la municipalidad y el repartidor de frutas, de
periódicos, la soda de la esquina que se programaba con los horarios de oficina
para la cocina, el productor que no puede retrasar la maduración de su
producto, (siga Ud tejiendo la red), el conductor de autobús entre el descanso
por la reducción de horario, la frecuencia y quizá la exposición, el cobrador
de peaje, quien limpia las oficina o se encierran como empleada doméstica en la
casa.
-el rol de la
tecnología, la potencia, la capacidad, la como medida de estar comunicado,
informado, laborando o en proceso de llenado de carritos virtuales, sin darle
al botón final de compra.
- la capacidad
instalada de los países, ya que su servicio de electricidad, agua,
calefacción, no se ha visto comprometido. Imagine Usted la sensación con las
muertes avanzando, las personas en sus espacios de “confinamiento social” y sin
electricidad o agua, para quienes tienen este servicio de manera cotidiana,
casi mágica. (sin cuestionar).
-la
irresoluta desigualdad, si bien es cierto, habrá un grupo de personas en
las que nos contamos usted y yo (la que escribe y quien lee esto), quienes
acceden a tecnología, pues tienen los aparatos y el servicio, a su vez
significa esto otro poder en términos de acceso; eso no le debe permitir
olvidar a los millones de personas que viven diariamente con el racionamiento de
agua, el no acceso a letrinas, a tratamiento médico por carencia o bien los
seguros voraces, eso no borra los miles de personas migrando por años, quienes
huyen de su propia raíz, los países desolados y liderados por desoladores sin
sentido, más que el de su propio beneficio.
-lo que no se
detiene, llámese las migraciones, aunque son más difíciles, las guerras, el
tráfico de armas, de drogas, de órganos y cuanta cosa se le pueda ocurrir,
hasta los robos domésticos y los asaltos esporádicos. Sin embargo, todos
también habrán sido afectados (desearía pensar que hasta disminuidos).
- la
posibilidad de construir, cierro esta publicación extensa y desprolija con
lo otro que florece en medio de todo:
La cooperación de los unos con los otros, países o personas, familias, amigos, productores.
El tiempo de relacionamiento, en esa “obligación”, decisión y responsabilidad de verse y ver a los suyos con otros ojos.
Las iniciativas de apoyo a distancia con mensajes, canciones, juegos, las transmisiones streaming de ejercicios, de actos religiosos, de música, de arte, de cosas que en la cotidiana vida no solemos poner atención, las conversaciones con quienes se tenía un contacto esporádico. A esto se suman, las de llevar alimentos a la entrada de una familia, un hogar, de un centro de alimentos.
Los esfuerzos gigantes de personas, sin idealizarles (que tienen derecho a cometer errores), llámese a esto profesionales de salud, de seguridad, de emergencia, de construcción, a quien toma decisiones oportunas desde cualquier línea.
El agradecimiento de las mascotas que pasan más tiempo con nosotros de lo habitual.
Para quienes pueden realizar trabajo desde sus hogares, la posibilidad de trabajar en ropa cómoda, descalzos, quizá con una bebida favorita o más snacks de la cuenta.
La diminución de la contaminación en general; lo que no es poca cosa.
La primavera, en los países de 4 estaciones y los árboles de flores multicolores en estos donde hay verano en plena acción.
Usted, yo,
buscaremos “esa estoica” forma de mantener la calma, de no entrar en “pánico”,
de saberse que habrá tiempos mejores. Sí, una gran mayoría será afectada; sin
embargo, también esa gran mayoría saldrá adelante, porque estará viva y aquí
está en nosotros crecer de lo que estamos viviendo, es decir, transformar las
exigencias, el dolor, las horas y la economía. No sé cómo, más “yo también
tengo esperanza” en eso que se llama humanidad.