La noche está ventosa, no tanto como la tarde en donde los "colgajos" no paraban de sonar y sonar como el agua acelerada por una caída. Tengo horas de rumiar este "post", quería escribir sobre las voces que desde algún sitio piden ayuda, piden humanidad, los que hacen callar a golpes, a mordazas, a pedradas y balas, pensaba en la muerte del que siente y piensa (otra más) de Orlando Zapata.
Lo anterior, me llevó a recordar a un hombre que más joven no podía estar cuando murió y quien al menos a mi, me levanta las exclusas de alguna manera provocadora hacia otros lugares (Miguel Hernández) y junto a él quien gritaba entre la dureza la palabra, vida, el sentimiento humanidad (Debravo).
No haré más introducción, pues lo que hubiese pensado lo olvidé entre las horas de movimiento, en todo caso no lo necesitan, mejor dejaré dos rastros para esta noche o día.
"(...) Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuros
y siento más tu muerte que mi vida (...)
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada (...)
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte..."
Elegía a Ramón Sijé, M. Hernández
"No acostumbro a decir amo, te amo,
sino cuando el amor me inunda todo
desde los ojos hasta los zapatos (...)
Una vez dije: ¡sufro! Y era que el
sufrimiento
agitaba a mi lado sus cascos de caballo.
Y siempre digo: espero. Porque a mí me
podrían
arrancar el recuerdo como un brazo,
pero no la esperanza que es de hueso
y cuando me la arranquen dejaré de ser
esto
que te estrecha las manos.
Creo en el corazón del hombre, creo
que es de pura caricia a pesar de las
manos
que a veces asesinan, sin saberlo,
y manejan fusiles sanguinarios.
Creo en la libertad a pesar de los cepos,
a pesar de los campos alambrados (...)
Y creo en el amor, en este amor de acero
que va fortaleciendo las piernas y los
brazos,
que trabaja en secreto,
a escondidas del odio y del escarnio,
que debajo del traje se hace músculo,
órgano, experiencia, nervio, ganblio (...)"
Credo, J. Debravo
La pintura es de Guayasamín, se llama Hambre