Puede ser que la mayoría de las personas lleguemos a un punto donde digamos, hemos envejecido. Esa certeza quizá significará que el cuerpo no será turgente, que los pliegues de la piel se habrían multiplicado, que escasean los cabellos, que los sentidos están transformados y que pensaremos que somos algo sabios y aprendidos, aunque un tanto necios (como si antes no lo fuéramos).
Quizá y en varios casos se llevaran en los bolsillos la cuenta de los llamados éxitos con sus fracasos. Los pequeños secretos y las cosas que nos hacen miserables, grandes o medianos. Quizá la mayoría con hijos, algunos con carreras (aunque sean hacia el olvido), con cuentas, con alguna posesión aunque sea la polvera, pero finalmente historia.
La vida que algunos venden, que otros han comprado o que bien nos han enseñado a la mayoría, no digo sea mala o buena. De ciertos lados siempre parece que debe estar resuelta con logros visibles y caídas ocultas, con verdades de ser buenos y maldades no asumidas aunque seamos grises. Así parece que vamos caminando en alguna dirección con cargas tomadas, asumidas, compradas, construidas y hasta inexistentes. Parece a veces que dejamos de vivir para vivir por otros, para asumir por otros porque a veces es más fácil, se tienen más pretextos y hasta más respuestas.
La vida que algunos venden, que otros han comprado o que bien nos han enseñado a la mayoría, no digo sea mala o buena. De ciertos lados siempre parece que debe estar resuelta con logros visibles y caídas ocultas, con verdades de ser buenos y maldades no asumidas aunque seamos grises. Así parece que vamos caminando en alguna dirección con cargas tomadas, asumidas, compradas, construidas y hasta inexistentes. Parece a veces que dejamos de vivir para vivir por otros, para asumir por otros porque a veces es más fácil, se tienen más pretextos y hasta más respuestas.
Tengo algo de esa vida, pero también de otra, que confieso me quiebra el cráneo y me gusta más. Esa que en algunas ocasiones puebla la incertidumbre, se cae derribada, se lame las heridas, se llora ciega, se duerme cansada, se mece apacible, se empuja como un huracán, es inconsistente e inadecuada, no acepta el convencionalismo aunque duerma con este, se hace y se repiensa, quiebra para no ser jamás la misma, hasta el día en que no pueda más...
Como saben, me gusta la poesía y este post fue provocado por ella, por María Elena Walsh, escritora argentina quien murió esta semana. Ella escribía para jóvenes y niños canciones y poemas (Manuelita la Tortuga es una conocida). No soy joven y sin embargo me siento a la par. Esta mujer escribió sobre la vida, un pedacito compartido:
Playa de Sanur |
"Yo me nazco, yo misma me levanto,
organizo mi forma y determino
mi cantidad, mi número divino,
mi régimen de paz, mi azar de llanto.
Establezco mi origen y termino
porque sí, para nunca, por lo tanto.
Soy lo que se me ocurre cuando canto.
No tengo ganas de tener destino.”
María Elena Walsh