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agosto 30, 2008

Seda- Baricco

Cada loco con su tontera, esa es una expresión supongo conocida por todos nosotros. La otra noche, al decir varias noches ya, me prestaron un artículo de un ron que me parece delicioso (no soy ronera he de decir), Zacapa. Para sorpresa mia, este elixir que vale un bigote probar, es añejado en toneles de ron que han sido "quemados" manualmente y que a su vez ya han contenido otros licores, en este caso vino de jerez.

El arte de los sabores, el placer que esto conlleva y la búsqueda de la maravilla de la mano con la excelencia del paladar, parece algo que nos ha llevado durante la historia de la humanidad en búsqueda de mundos, a “conquistar personas y espacios”, a acercar latitudes.

Es así como encontramos rutas de sal, rutas de especies y rutas de seda. En todas ellas y en otras más que no he de nombrar, sea porque las desconozco o porque mi afán no es tratar este asunto hoy, siempre ha habido un loco, un idealista, una persona que en tiempo diferente, juntó a otros poco cuerdos o todos a su vez se fueron por allí en su motor común. ¡Qué motivo tan potente como un amor!, el que podría llevarte a perder la cordura y la razón.

Para quienes me conocen, saben que el café es una bebida que me encanta, quizá no soy tan adicta como mi hermana -a quien no le regresa el alma hasta que no haya bebido un poquito de este, sea después de cualquier cosa-.

He de mencionar que nací en una tierra cuya planta y su fruto, me dio comida, cobijo, sufrimiento y motivo para crecer, un país que celebró los 200 años de industria alrededor del "amargo" elixir.

El café tiene toda una historia, un proceso que lo lleva a lo artístico; este necesita para crecer un suelo rico y húmedo, que absorba bien el agua y drene con rapidez el exceso de precipitación. Los mejores suelos son los formados por un pequeño manto de hojas, materia orgánica y roca volcánica desintegrada. Hay que velar por la exposición al sol, por los insectos, los hongos y si todo sale bien, una planta produce su primera cosecha de rendimiento pleno casi a los cinco años de edad.

Sea arábica o robusta, la primera es superior que la segunda en cuanto a sabor, calidad y cuerpo. Al igual que la aceituna para el aceite, el té, la uva para el vino, los licores en general, el tiempo cuenta, el proceso como "la forma de tratarlos", de moldear el sabor, su color, su aroma, su cuerpo son una danza. Es así como hay tonos amarillos y dorados, dulces, afrutados, achocolados, con sabor a pimienta o recordando maderas. Todo es posible en ese universo.

Sin embargo me ronda una pregunta por la cabeza ¿Pero que pasa cuando la especialidad limita finalmente al placer? Ya no solo el café es el café que disfrutas, o el vino es eso: el delicioso vino que corre por tu garganta sin la clasificación profunda de año, color, origen.

¿Qué sucede con el paladar experto que no perdona al novato o al que nunca aprendió la diferencia?Tal parece que con los años, con el tiempo, llevás a madurar para más o para menos el olfato, el gusto, la razón o el sentimiento. No podríamos pedir que todos disfrutemos igual, o que cada sabor se repita en el sitio que visitas.

Sería corto de nuestra parte y algo más, considerar que lo que conocemos es lo correcto o lo mejor. ¿Por qué no pensar que hay mundo allá afuera que nos podría lleva a nuevas rutas de especies?

Asomarse y volver a visitar, porque aunque hallamos pensado que lo hemos visto todo o hay poco más por conocer, la vida nos podría tirar al piso a la vuelta de la esquina, con una zancadilla, recordándonos así que no hay humano alguno que haya visto o saboreado todo en la humanidad.

Bien que anden personas con locura por allí, dispuestas a jugarse un chance, aquel que por ocasiones les produzca vértigo, les explaye los pulmones, agolpe sangre en las mejillas, les arranque el estómago y después de elevares a tal punto, sean depositados en caída estrepitosa o bien plácida calma. Por cierto, deberías de leer Seda, es un libro que merece ser vivido.

agosto 23, 2008

Sintiéndome azul

A veces las patrias de otros no nos figuran mucho. Sin embargo en el momento en que iniciás un lazo significativo con alguna persona que no precisamente nació en tu misma tierra, comienza un interés particular, sobretodo si te quedás el tiempo suficiente para poder aprender de ella y hasta en distancia mamar de la teta de su país.

Guyana Inglesa es el nombre de un país, al cual poca cercanía le tengo, realmente se llama República Cooperativa Guyana. Asumo que ustedes saben donde está, sino pues por allí la rastrearán. Como contaba, no significaba nada para mi, solo eso un lugar más de Suramérica. Al pasar los años aprendí que es la ‘tierra de muchas aguas’; de los cientos de migrantes, que la búsqueda del Dorado hasta allí llegó; de los cimarrones, chinos, javaneses e indios y a pesar de que no soy “ducha” en el arte de la preparación de comidas, pues también me inicié haciendo roti y una especie de estofado de camote. El responsable, Ian mi compañero de trabajo en una organización que hace justo una década dejé.

Podría sumar el Vegemite, que no se si me quedaría con el australiano o el inglés (el segundo lo encuentro más suave que el primero). Para quien se pregunta en qué consiste, pues es una pasta de levadura que se unta sobre pan, es oscura como el color de la ciruela y sabe “a demonios en la primera entrada”. Lo siento amigos aussies pero es así, con y a pesar de su amor.

Lágrima de madre, el café que encuentras en algunos lugares de Argentina (con muchaaaa leche y poco café), a Marissa le gusta ese. En cambio a mi me gusta el país, los dulces, su gente de Buenos Aires, de su Patagonia, de su “puritico sur.”, podría gastarme muchos días de vida por ahí, entre los parques y las ferias de domingo, entre las cafés al aire libre y las pantallas con películas que al menos yo les pongo poquita atención.

Gracias al Festival de Montreal, el jazz comenzó a representar algo. Lugares como New Found Lands, Winnipeg, Nova Scotia, Muskoka, Vouncover, Guelp, Toronto, comenzaron a hacerme pensar que ese país sería mi morada alguna vez en la vida. Allí aparcados en lugares distintos están personas que aún hoy llamo amigos.

La gran ciudad, el mundo desconocido, comenzar la vida, abrir los ojos más allá de las pupilas, latir de ansiedad, New York de pasada. No sería justa si le quitara la excitación a la California, o su parque de Wyoming, que aún está marcado en mi lista de lugares a visitar, junto a la Alaska de Rose.

Podría decir que soy capaz de entrarle a los bichos mexicanos, si me acompañaran con un buen tequila y mayor convencimiento del Sergio o la Cristina. Me tomaría toneles de vino al lado del lago di Garda o quizá solo me perdería en un castillo de esos del norte de Italia. No obstante me guste el sushi, prepare tzaziki, hummous, intente hacer tortilla española, salmorejo o sopa juliana. Aunque pudiese pretender comer los ciento y un pescados o mariscos que “algunos” por allí devoran, no es cierto. Lo que si se puedo decir, es que he encontrado gente querida en medio de esos “españoles perdidos” en estos países.

Es así como hay historias de la Guatemala profunda, o del Honduras intentando ser ciudad; de gente perdida de la República Dominicana, de algún lugar del Senegal, del Ecuador de las alturas o del Perú pendiente, del Uruguay de mis amores -por todos sus escritores- y gente de viaje… Hay más.

Todos representan un pedazo diferente de su propia patria. Dejémonos de tonterías, pero ser ciudadano del mundo y vivir allá afuera, nos depara pequeños espacios de menor ciudadanía natal y más de los otros mundos. Pareciera que nos obliga a ser embajadores, aunque no lo hayamos pedido.

Nos da la tarea de acercar mundo o vivir en la total discrepancia, de encender la radio y poner oído atento a lo que pasa en el Pakistán, al nuevo logro de la China, a la reforma de la Francia, el revuelo de la Colombia, la convulsión de la Nicaragua, la Corea tan distante.

agosto 18, 2008

Sin Novedad en el Frente: Erich Marie Remarque

Si bien es cierto, las guerras nunca nos llevan a ningún lado y de eso estamos todos de acuerdo, no tardan en desaparecer y aparecer nuevas y antiguas riñas, enervados y recordados conflictos.

Las luchas, sean contra el narcotráfico, contra el terrorismo, contra la invasión de unos a otros (unos sí pueden hacerlo, otros no), contra la liberalización de un territorio, contra la pobreza y el pobre, contra el desamor, contra el abandono. Guerras, batallas, enfrentamientos, la destrucción e hija de todas estas.

Aunque el firmamento no estará rojo para algunos, porque su lucha no implica armas, bombas, fuego o el ruido ensordecedor de un avión volando bajo la puerta. El miedo se asoma con ojos grandes por cada lugar.

Es así como esa calma, oscura, densa, por ocasiones demasiada ensimismada para dejar un sabor de "tensa tranquilidad", inicia un paso en dirección perdida hacia ese momento donde estallará y dejará partículas de guerra esparcidas por todo el suelo.

Un golpe, una bala perdida dejando los ojos desorbitados, el músculo abierto, el frío en pecho, el llanto sin respuesta, la desolación del abandono, la habitación hecha trizas. No sabes bien si será el sonido del grillo concertando, si es la roca sobre el tejado, o que finalmente ya comenzaron detonar nuevamente las municiones. Quizá un cañón por aquí, una metralleta por allá, un grupo de palabras que hieren hasta el hondo, todos son detonantes.

Abres el diario de hoy. Tal parece que es el mismo de ayer, por lo tanto será casi el mismo de mañana. Es poco lo que cambia. Aparecen entre las páginas brazos, piernas, cuchillos, muertos por un lado y otro. Todos testigos y protagonistas quizá sin aviso de lo que sucede.

Acompañan entre las secciones los políticos haciendo "las paces" con blancas aves y teñidas banderas, presupuestos aumentando (pero no para el rubro comida). Comenzamos a impacientarnos de tanto que ocurre a nuestro alrededor y no parecen ser "buenas noticias", o desde hace años esperamos que lleguen finalmente a nuestros manos.

Esa asfixia de la violencia, debe empujarnos de alguna manera a dotarnos de buenas raciones, no solo para cuando la flaca hambre ataque, o el techo no sea suficiente protección; sino cuando el ánimo se pierda como hilo de cabo de candela (solo un poco más y se apagará).

Alguna provisión debemos intentar, que lleve un temor renovado de salvar el pellejo ante esa concesión frente a la indiferencia que parece rondar por las calles, la que hace que no pestañemos más de una vez al halar un gatillo, al pasar junto a una persona tirada en la calle -con la sola extrañeza de que es un estorbo, un bulto mal colocado y no otro igual.-, la que justifica de cualquier manera el acabar con una vida, apagar el radio, retirar la palabra o volver la cara en otra dirección.

agosto 13, 2008

Lope de Vega

Lo cierto es que hay relaciones que te renuevan o lo renuevan todo. A veces no hay que ser nuevo en la vida, o “virgen” y novato de experiencia para sentirse que estas iniciando de manera fresca, verde o joven. Como si te cambiaran la batería, te pulieran la pantalla, te resensibilizaran los sentidos, te agudizaran las sensaciones, te hicieran un lifting de todo el cuerpo.

Es así como la sensación de estar reaprendiendo las cosas, las situaciones, las relaciones nos deja perplejos como la imagen de una persona frente a un edificio de 100 pisos todos de espejos; en donde tienes la tarea de intentar mirar quien está en el piso 99 (es decir hay que levantar la cabeza muy alto, agudizar la vista, desear ver algo, esperar y recorrer toda esa distancia hasta el nivel buscado).

Nosotras las personas en toda la historia de vida hemos escrito del amor y el desamor, de la vida y la muerte, las batallas, los amigos, el desastre, el dolor, las razones de la existencia. Pareciera que cada vez que uno de nosotros decide sentir, manifestar y opinar al respecto, está haciéndolo como si fuera la primera vez. Sin embargo, la primera vez cuando ya uno es viejo, esa primicia pareciera más fuerte que aquella de la hormonal adolescencia o la incipiente adultez.

Solo aquello que nos motiva a sentir y hacer ciertas “locuras” sin atenuación, con la fuerza de dejarse el pellejo en el camino, con la sensación de que no hay después o que no llegará, es lo que lleva de alguna forma a ser vivido de manera recién estrenada.

Muchas más personas de las que podremos conocer son conscientes de que antes ya se había vivido, escrito, disertado, discutido, llorado sobre estos temas. Aún así, y debo volver a enfatizar, hay momentos “tan particulares”, que te botan de tal afirmación y te llevan en un remolino personal de potenciación nueva.

Que dichosos somos y que reto, si estamos vivos de esa forma, si hay alguien o algo que nos motiva de manera tal que una melodía nos arranca las lágrimas, que una palabra con devora el intestino, que un roce nos acelera la garganta, que un vistazo nos infla de ira y otra mirada de calma, si una situación no nos deja dormir, si el desvelo de las horas es provocado por una voluntad.

Quisiera festejar eso y más (no hacen falta nunca pretextos para las conmemoraciones), por eso me permití tomar un pedazo del Lope de Vega por allá y otro del Oliverio Girondo por acá. Cada uno decide con qué parte de los dos se queda.

“Desmayarse, atreverse, estar furioso, áspero, tierno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo, leal, traidor, cobarde, animoso, no hallar, fuera del bien, centro y reposo: mostrarse alegre, triste, humilde, altivo, enojado, valiente, fugitivo, satisfecho, ofendido, receloso. Huir el rostro al claro desengaño, beber veneno por licor suave, olvidar el provecho(…)dar la vida y el alma a un desengaño: esto es amor; quien lo probó lo sabe.” Vega

POEMA 12-Girondo.“Se miran, se presienten, se desean,/ se acarician, se besan, se desnudan,se respiran, se acuestan, se olfatean,/se penetran, se chupan, se demudan, se adormecen, se despiertan, se iluminan,/se codician, se palpan, se fascinan,se mastican, se gustan, se babean,/se confunden, se acoplan, se disgregan,se aletargan, fallecen, se reintegran,/se distienden, se enarcan, se menean,se retuercen, se estiran, se caldean,/se estrangulan, se aprietan se estremecen,se tantean, se juntan, desfallecen,/se repelen, se enervan, se apetecen,se acometen, se enlazan,
se entrechocan,/se agazapan, se apresan, se dislocan,se perforan, se incrustan,
se acribillan,/se remachan, se injertan, se atornillan,se desmayan, reviven, resplandecen,/se contemplan, se inflaman, se enloquecen,se derriten, se sueldan,
se calcinan,/se desgarran, se muerden, se asesinan,resucitan, se buscan,
se refriegan,/se rehuyen, se evaden, y se entregan.”

agosto 10, 2008

Nosotros las hormigas

Estas últimas semanas, nuevamente he tenido una parte de la cabeza fracturada. Ahora más que nunca, me siento bastante torpe para razonar o negociar con alguien sobre ciertos temas. No parece que pueda encontrar motivo suficiente para decir sí estoy de acuerdo.

Me pregunto acerca de los "requerimientos" (por llamarlos de alguna forma) para mantener un vínculo, para justificar cuanta cosa sucede, para pasar por alto los vaivenes de la volatilidad de nosotras las personas, para no renunciar a la familia, al amigo, a la relación, cuando finalmente con la suma de los años pareciera que lo predominante es el desgaste de la bolsa de viajero, como el odre mullido de todas las campañas devoradas. ¿Dónde está todo lo bueno que ha quedado?

Quisiera saber qué motiva el no dejarse morir en el intento, no salir huyendo, no decir hasta aquí basta. Me encantaría comprender mejor lo que nos provoca esos sentimientos de afecto entrañable que se meten por las articulaciones. El aprender como dar/recibir/tomar/entregar sin sentir por ocasiones (a veces las de más), que es una forma de extracción como mina de carbón o de hierro abierta a través de los ojos. Solamente dar y dejar ir.

No voy a entrar a hablar sobre daños o resarcimientos, ese tema es nota para un análisis en otro sillón. Sino solamente de esa cotidianidad que nos hace justificar lo injustificable, transformando lo que no debe ser normal en normalidad. Aquella la cual nos lleva a disculpar algo que a simple vista con ninguna persona podrías hacerlo, o la que empuja a atenuar las violentas circunstancias volviéndose en permitidas, marcándose así la vida en un halar y soltar de hilos, recargando quizá no al más fuerte sino al más resistente, a veces sin opción.

¿Cuáles son los códigos? ¿Dónde están? Necesito leer los libros que van indicando las rutas de este tipo de memoria. No puedo compartir que la genética o el vínculo de sangre sean suficientes para considerar una familia, a algún "relative" - pariente, o amigo a algún transeúnte de vida, por más buena persona.

Quiero vivir en el intento y así compartir la cuchara, el plato, la discusión, el tacto, la voz, la ruina desde la distancia o la cercanía, el temor, la incertidumbre, el andar pesado, el equipaje ligero, el temor a la noche o el placer por el turrón, mi gente nueva, también la muerta. En fin, construir es necesario para cualquier relación.

No espero perecer en el medio de la asunción de que no es obligatorio siquiera "trabajarse un poquito" la vida, porque los vínculos del ADN son transparentes, suficiente con el útero, la ubre, los linajes, la educación en sí mismos. No quiero que la tiranía o la autocracia de las relaciones me arrastre. Me urge entender, quiero hacerlo, para que lo aún remanente siga vivo.

agosto 08, 2008

Por las noches

No enciendo candelas a santos, a dioses por algún tipo de devoción. Por lo tanto, tampoco enciendo velas contra o a favor de “vibras”, o entorno a la armonía de alguna parte de la naturaleza o por solamente invocar al sol.

No hago diferencia, si son de algún lugar sagrado o solo son simple parafina, cera o sebo coloreado. No tengo la más remota idea si las que tengo en mis manos son de carácter mágico o portadoras de alguna noticia que no necesito saber.

Las velas quizá solo sean una mecha cualquiera que "prensada" en un pedazo de combustible enciende por lo alto en busca de otro lugar, será quizá la forma de encontrar calor aquellos días donde solo está el espacio, el aire cargado de oxígeno y yo.

Es la llama flotadora de la provocación, el lumen en el espacio oscuro de la habitación que se mueve revoltoso e insurrecto llamando a un punto de atención. Son el faro al voltear la cabeza hacia el abierto de la noche, unos ojos por lumen cuando no encuentro ás en el mar de personas, son la bandera en el asta más alta recordando lo difícil que es apagar la voluntad personal.

agosto 06, 2008

En el natalicio

¿Qué habrá sentido tu madre la primera vez que te encontró en persona? ¿Qué habrá querido decir tu padre cuando te conoció después de salir por algún lugar de aquello llamado útero? ¿Los conociste? ¿Tienes padre? porque si bien no lo tienes, estoy segura de que contarás en tu historia con madre, quien no puede negarse que todos tuvimos al menos por un lapso de 9 meses.
Cada vez que festejas el cumpleaños, ya fuese solo, con otros compinches, quizá con tu pareja, que se yo, hasta con algún percance, has pensado: ¿Festejará mi madre que nací? ¿Necesito saberlo? ¿Requerimos recordarlo?

¿A qué hora fuiste expulsado del espacio con clima controlado y cero inflación? ¿Cuáles son las primeras palabras que recordás después de los años?¿Te gusta como naciste?¿Querés volver a nacer y donde?

Más allá de la bebida, la torta, con mala suerte hasta la canción o el himno al festejado que en todos los idiomas hay (no podemos negarlo), los regalos (que disminuyen o aumentan por temporadas), las llamadas, los más frecuentes correos electrónicos (que acortan en casos las distancias transoceánicas, pero en otras nos "quitan" la responsabilidad de llamar o de contactar a alguien, bien tomar más minutos del día y decir hola), en fin después del universo del festejado, ¿Qué haces al recordar ese día más de cumplir otro período del ciclo de estar vivo? ¿Qué sientes? ¿Qué les has dicho a esas personas que te han acompañado estos días, estas semanas, casi tu vida? ¿Qué piensas cada vez que miras una arruga extra en la boca, las bolsas bajo los ojos, las manos algo manchadas, el cabello ralo?

He de confesar que soy alérgica a la celebración en tumultos. Me gustan esas relaciones casi exclusivas, a veces solo como el pretexto de encontrarnos todos o algunos entre juntos y dispares, entre cercanos y enemigos, quizá ese momento donde se cruza la noche con el día, se notan menos las arrugas (de la ropa), no hay prisas, hay algún tiempo sin planificar.
Yo no se la fórmula para estas fechas, si transformarse en caracol, ermitaño, payaso, relacionista social; lo que se, es que de vez en cuando, casi esporádicamente, caigo en la cuenta de que ya pasó otro ciclo entre fortuna y flacura de los tiempos, entre los retortijones de ser mujer y la delicia de eso, entre encontrar gente nueva y dejar de encontrar a otros. Bueno, mejor dejo la charla de hoy hasta aquí, debo ir por una torta de cumple, unas velas y otras cosas, mi madre festeja su natalicio, mi hermana está esperando. Entonces hasta luego, hasta la siguiente vez que nos encontremos.